Título: Reloj de bolsillo W. Rosskopf & Co. Producido especialmente para el relojero alemán afincado en España Carlos Coppel Dessaver (1859-1928)., Espía del II Reich.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 1.231 JDBC

DATACIÓN HISTÓRICA:     Siglo XIX, circa 1.890

Reloj de bolsillo en níquel y cromo estilo Lepine, de la manufactura relojera W. Rosskopf & Company. Producido especialmente para la relojería madrileña del relojero alemán afincado en España, Carlos Coppel.

El primer relojero Rosskopf fue de origen alemán Su nombre fue Georges-Frederic Rosskopf (1813-1889). Oriundo de la Selva Negra, a los dieciocho años se trasladó a Suiza. Logró poner el reloj al alcance de los pequeños burgueses, obreros y campesinos. Con profundos principios morales, su idea fue abaratar la producción del reloj, que hasta la fecha solo estaba al alcance de la clase alta. Le fue otorgado un reconocimiento en la Exposición Universal de París, en 1868.

Carlos Coppel, fue un gran relojero alemán y es justo reconocer, un buen espía del II Reich, nacido en 1859 en Alemania, país donde aprende relojería, mecánica y micro mecánica, convirtiéndose en un buen especialista.  En el año 1879 decide trasladarse a vivir desde Alemania a España con veinte años de edad y lo primero que hace es cambiar la versión de su nombre por la dificultad que entrañaba su pronunciación en aquella época en alemán Karl y en castellano Carlos. España es un país que lo acogió muy favorablemente pues se necesitan expertos en relojería y el sector estaba en auge la demanda por comprar relojes aumentaba y el no desaprovecha la oportunidad pues no solo es relojero sino hombre de empresa, siendo capaz de comercializar muchos relojes que trae de Alemania con su propia marca personalizándolos y dotándolos de más prestigio. En el año 1887 inaugura su taller y tienda en la madrileña calle Fuencarral número 25 donde antes estaba la Platería Baldomero López. Como hombre de empresa tiene un lema, ¿de qué sirve que sea buen relojero, si en Madrid no me conocen? para solucionar esa inquietud decide invertir en los medios de comunicación de prensa escrita de la época. Sus anuncios repetitivos en grandes medios de prensa escrita pronto le permiten recoger grandes éxitos. En su tienda taller comercializaba relojes de viaje, de bolsillo de todo tipo desde un Roskopf a un reloj de alta gama, relojes de pared y de sobremesa, también despertadores normales y de viaje. En el segmento del gran formato también fabricaron relojes monumentales entre otros el que encargó el edificio sede de Prensa Española en el paseo de la Castellana. Entre 1898 y 1909 Coppel registró diez marcas y un mosquetón antirrobo. En 1924 transforma el negocio que está a su nombre y lo convierte en sociedad anónima bajo su propia presidencia. En 1928 fallece dejando un gran legado relojero a sus hijos quienes a su vez lo hicieron con los suyos y está empresa familiar en su 110 aniversario dejo de operar, clausurando sus puertas en el año 1997.

Este reloj de bolsillo es en níquel y cromo, estilo lepine, con la corona ranurada, la anilla de suspensión y el colgante a las 12. Dispone de pulsador lateral a las 11 horas para el cambio horario. La caja es en níquel y cromo lisa. En su tapa posterior se ha grabado en su centro: “W. Rosskopf & CIE. CmCC Patent”.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración arábiga y agujas estilo Luis XVI en latón dorado.

El logotipo se ha esmaltado a las XII en rojo y se ha grabado “Rosskopf & Company”. En la indicación entre las 8 y las 4 se ha esmaltado en negro: “Rosskopf & Coppel”. En la maquinaria se ha grabado profusamente motivos vegetales y florales y se ha dispuesto:” Deposee 22061”, sí como el sello Wrosskopf CMG. La pletina es a tres cuartos y tres puentes.

Este tipo de escape de áncora es más económico de producir, pero sufre un gran desgaste al suprimirse el tren de engranaje y la rueda de centro.

En consecuencia, si bien pueden ser menos duraderos, se consiguió poner en el chaleco de cada ciudadano del mundo un reloj de bolsillo, dejando de ser un lujo y pasando a ser un reloj asequible al abaratarlo tanto en su producción. No es que exista un escape Roskopf, si no que se denomina así a los escapes de relojes con maquinarias dotadas de los elementos mencionados para hacerlos económicos.

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(Texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(Texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).