Título: Reloj de bolsillo Lepine, autoria de Carlos Coppel Dessauer (1859-1928), relojero alemán afincado en España y espía del II Reich.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 1155 JDBC

  1. DATACIÓN HISTÓRICA

Siglo XIX, circa 1880

Reloj de bolsillo Lepine, autoría de Carlos Coppel, un gran relojero alemán y es justo reconocer un buen espía del II Reich, nacido en 1859 en Alemania, país donde aprende relojería, mecánica y micro mecánica, convirtiéndose en un buen especialista.  En el año 1879 decide trasladarse a vivir desde Alemania a España con veinte años de edad y lo primero que hace es cambiar la versión de su nombre por la dificultad que entrañaba su pronunciación en aquella época en alemán Karl y en castellano Carlos. España es un país que lo acogió muy favorablemente pues se necesitan expertos en relojería y el sector estaba en auge la demanda por comprar relojes aumentaba y el no desaprovecha la oportunidad pues no solo es relojero sino hombre de empresa, siendo capaz de comercializar muchos relojes que trae de Alemania con su propia marca personalizándolos y dotándolos de más prestigio. En el año 1887 inaugura su taller y tienda en la madrileña calle Fuencarral número 25 donde antes estaba la Platería Baldomero López. Como hombre de empresa tiene un lema, ¿de qué sirve que sea buen relojero, si en Madrid no me conocen? para solucionar esa inquietud decide invertir en los medios de comunicación de prensa escrita de la época. Sus anuncios repetitivos en grandes medios de prensa escrita pronto le permiten recoger grandes éxitos. En su tienda taller comercializaba relojes de viaje, de bolsillo de todo tipo desde un Roskopf a un reloj de alta gama, relojes de pared y de sobremesa, también despertadores normales y  de viaje. En el segmento del gran formato también fabricaron relojes monumentales entre otros el que encargó el edificio sede de Prensa Española en el paseo de la Castellana. Entre 1898 y 1909 Coppel registró diez marcas y un mosquetón antirrobo. En 1924 transforma el negocio que está a su nombre y lo convierte en sociedad anónima bajo su propia presidencia. En 1928 fallece dejando un gran legado relojero a sus hijos quienes a su vez lo hicieron con los suyos y está empresa familiar en su 110 aniversario dejo de operar, clausurando sus puertas en el año 1997.

Reloj en níquel y cromo liso con punzonado exterior de la marca Coppel. En su carrura dispone de pulsador, corona, anilla de suspensión y colgante.

La maquinaria a tres cuartos exquisitamente grabada a filigranas para dar más realce al reloj.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración arábiga en esmalte negro y agujas estilo Luis XVI en latón dorado. En la esfera se ha esmaltado en negro “Carlos Coppel 1ª”.

Medidas 59mm de diámetro sin incluir la corona. 86 mm de altura (con corona y anilla).

Este tipo de escape de áncora es más económico de producir pero sufre un gran desgaste al suprimirse el tren de engranaje y la rueda de centro. En consecuencia, si bien pueden ser menos duraderos, se consiguió poner en el chaleco de cada ciudadano del mundo un reloj de bolsillo, dejando de ser un lujo y pasando a ser un reloj asequible al abaratarlo tanto en su producción. No es que exista un escape Roskopf, si no que se denomina así a los escapes de relojes con maquinarias dotadas de los elementos mencionados para hacerlos económicos.

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(Texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)