Restauración de la caja en concha de tortuga de un reloj de 250 años de antigüedad en el Museo Internacional de Alta Relojería de Bolsillo, MIARB.

 

El proceso de restauración de un reloj no es una tarea fácil. De hecho, son pocos y codiciados los artesanos que quedan en el sector capaces de llevarla a cabo, como es el caso de Eduardo Pisonero, restaurador del Museo MIARB.
La tarea requiere de dos personas, director técnico y restaurador, y aún esta tarea se torna más compleja cuando se trata de restaurar el bisel de una caja en plata de ley cubierta con un gran trabajo orfebre de concha de tortuga de Carey, la cual, por el desgaste en su utilización del reloj, no por el mal trato, ha sido dañada a lo largo del tiempo, debido a la contracción y dilatación de los materiales adheridos al bisel.
Para este trabajo se requiere de conocimientos historiográficos aplicados al reloj, unidos a una sensibilidad extrema en la recuperación de obras de arte que forman parte de la historia de la relojería, así como de habilidades en dibujo y artes plásticas, que en este caso ha aportado Eduardo Pisonero.
A tal efecto, el MIARB organizó este taller bajo la dirección artística e historiográfica del Director del Museo, Dr. José Daniel Barquero, y del propio experto restaurador Eduardo Pisonero, especializado en restauración de todo tipo de antigüedades.
El resultado no dejó indiferente a nadie. Se logró una perfecta restauración, pues era imposible identificarla una vez finalizada.

 

Análisis del problema:
Tras una cuidadosa auditoría de los daños, decidimos analizar la dilatación de todos los materiales utilizados en su construcción:
1. El bisel de su caja es en plata de ley;
2. En el interior del bisel, concha de tortuga de carey;
3. Su delicada fijación mediante remaches también en plata de ley.
Esta es una combinación que, si bien no sufrió daños en sus primeros 20 años de vida, sí tuvo alguna rotura por esa dilatación en sus 250 años de historia, durante los cuales se ha contraído y expandido en base al frío o calor y es justo reconocer que ha tenido algunas roturas que han hecho perder valor al reloj, tanto en términos históricos como económicos.

 

Veamos cómo se hizo:

 

Foto 1

 

En la foto 1, al lado de la mano derecha que sostiene el buril azul, junto a los dedos, vemos los únicos trozos del reloj que quedan inalterables al tiempo (los que no están en blanco) y si se gira el reloj y vemos la tapa posterior, tenemos repetido el mismo motivo decorativo que existía en el bisel anterior, pero en el perímetro de la caja posterior, lo que nos facilita el trabajo a la hora de copiarlo y reproducirlo. En consecuencia, no sólo tenemos una pista de la decoración que albergó hace más de dos siglos y medio en el bisel anterior, sino también en el posterior.

 

Foto 2

Foto 3

 

En las fotos 2 y 3 podemos ver el proceso de aplicación de masilla especial – la cual no sufre procesos de dilatación – en las zonas desprovistas de concha de tortuga. Esta masilla se ha de dejar secar dos días con el objeto de que se adhiera firmemente a la plata, respetando la concha de tortuga, la cual no debe ser tapada bajo ningún concepto, con el fin de respetar su originalidad en los trozos que aún perdura.

 

Foto 4

 

Una vez seco, en la foto 4 podemos ver que se procede al lijado del bisel que contiene la pasta, para que quede muy lisa. El paso posterior es el de sacar con un pincel seco cualquier ápice de polvo generado por el lijado.

 

Foto 5

Foto 6

 

En las fotos 5 y 6, tomando como base el dibujo que queda en el perímetro de delante y viendo como es el de detrás, procedemos a reproducir fielmente el dibujo original con distintos pinceles, de tamaños y densidades diferentes y una gran variedad de tonalidades de policromía.

Una vez pintado, se procede a buscar un tinte para envejecer todo el dibujo del bisel hasta lograr el mismo tono que los trozos que quedaban de la pintura original pintados en la concha, y a continuación, se le aplica un barniz mate para conseguir el peculiar y sutil brillo de la concha de tortuga de carey.

Todo este proceso se realizó ante la atenta mirada de los asistentes que vieron como en una semana se recuperaba fielmente una singular y exclusiva pieza, recuperando su estado original y aumentado su valor histórico y económico.

Una vez más, Eduardo Pisonero nos ha maravillado con su espléndido trabajo.