Reloj saboneta en plata de ley nielado de la marca ROSKOPF, importado a Cuba por ‘Cuervo y Sobrinos’.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 745 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1896.

 

Reloj de bolsillo decorado en ambas tapas con motivos ornitológicos, de unos flamencos en el agua, realizados con el sistema “nielado”.

Se denomina decoración nielo a una composición que se hace con plomo, plata, cobre, sulfuro y cloruro de amonio. La mezcla se funde sobre una base de metal grabada o cortada, procesando la mezcla en un sistema similar al esmaltado champlevé. La plata fue el metal más usado para los relojes de bolsillo nielo. La incrustación de oro rosa también puede combinarse con nielo.

Las cajas nielo de reloj de bolsillo se pusieron de moda a principios de 1900, al mismo tiempo que el Art Nouveau y el Art déco alcanzaban su máximo esplendor. Fueron numerosas las marcas de prestigio que produjeron relojes nielo, tales como: Huegenin Brothers of Le Locke, Faure of Le Locke, Duchene of Geneve, René Lalique of Paris y Longines of St. Imier entre otras. Los relojes nielo nunca se produjeron en cantidades industriales.

El reloj es un modelo ROSKOPF importado a Cuba por los relojeros “Cuervo y Sobrinos”; únicos importadores para La Habana, Cuba, desde Suiza de distintas marcas relojeras. Muchas de estas marcas y otras similares eran encargos expresos a las firmas que los producían en exclusiva para distintas joyerías y relojerías de reputado prestigio en el mundo. En otras ocasiones, los adaptaban las propias joyerías personalizándolos. La consigna de la casa Cuervo y Sobrinos era poner su logo, por lo general grabado, en el que destaca la C de Cuervo y la S de Sobrinos en esfera y caja de forma muy visible, dando más realce a la pieza si cabe.

Historia de la marca importadora:

A finales del siglo XIX, La Habana, capital de la perla del Caribe, se convirtió en lugar internacional de encuentro de intelectuales, hombres de negocios y personajes famosos. En ese espíritu de calidad de vida es donde Armando Río y Cuervo junto a sus hermanos dirigen la joyería y el taller de relojería de su tío Ramón, de ahí el nombre, Cuervo y Sobrinos.

En 1882, la familia inaugura la boutique La Casa” en la prestigiosa Quinta Avenida de la Habana. En menos de medio siglo, esta unión de espíritu latino y de calidad suiza conquistó América. En la década de 1940 1950, Cuervo y Sobrinos alcanzó la fama como marca de relojes de lujo en el mundo. Gracias a esta herencia, la firma tiene un valor fundamental en sus orígenes y aprovecha sus archivos históricos como fuente inagotable de inspiración.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración arábiga en esmalte negro y agujas pica de látigo en latón negro.

En la esfera se ha grabado el logo de Roskopf y las especificaciones  de “Cuervo y Sobrinos, únicos importadores”. En la placa de características en plata de ley se ha grabado: “Medaille d’Or, Geneve 1896”.

El reloj dispone de colgante, anilla de suspensión y corona a las II. La maquinaria es en metal dorado a tres cuartos con el logotipo Roskopf grabado.

 

Este tipo de escape de áncora es más económico de producir pero sufre un gran desgaste al suprimirse el tren de engranaje y la rueda de centro.

En consecuencia, si bien pueden ser menos duraderos, se consiguió poner en el chaleco de cada ciudadano del mundo un reloj de bolsillo, dejando de ser un lujo y pasando a ser un reloj asequible al abaratarlo tanto en su producción. No es que exista un escape Roskopf, si no que se denomina así a los escapes de relojes con maquinarias dotadas de los elementos mencionados para hacerlos económicos.

 

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).