Reloj saboneta en plata de ley, del maestro relojero J.C. GROGAN de Pittsburgh, Pensilvania (EEUU). Maquinaria dotada de patente.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 083 JDBC

 

 

 

 

Siglo XX, circa 1910.

 

Reloj de bolsillo estilo saboneta en plata de ley lisa y pulida, del maestro relojero J.C. GROGAN de Pittsburg, Pensilvania (EEUU). Su maquinaria está dotada de patente, lo cual da más importancia al reloj.

Esfera en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración romana para las horas y para los minutos, numeración arábiga en esmalte rojo. Dispone de segundero a las VI horas.

En la placa de características se ha grabado profusamente el nombre y apellido de dos personas: P.J. JOYCE – P. COWROY y en el interior de la placa de características, el número de serie: 115. En la pletina de la maquinaria se ha grabado profusamente J.C. GROGAN, PITTSBURG PAT.

J.C. GROGAN fue un importante joyero afincado en Pittsburgh, Pennsylvania entre los años 1900 a 1920. No manufacturaba relojes, si bien comercializaba lujosos ejemplares que encargaba expresamente en Europa. Los más conocidos y de más prestigio y calidad eran de origen suizo y llevaban su marca comercial. Así mismo, la importante casa de subastas Christie’s ha subastado objetos de plata firmados por él.

 

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

“Los primeros relojes que funcionaron en los Estados Unidos fueron, naturalmente, ingleses. Relojeros emigrantes, igualmente ingleses, comenzaron a producir sus obras al otro lado del Atlántico, a partir de la Independencia.

Más tarde, también los emigrantes de Alemania y Centroeuropa asentados allí. Pero en los nuevos estados era difícil que pudiera perpetuarse cualquier taller de dimensión personal o familiar. El país vivió con intensidad dinámica el mismo proceso que en la vieja Europa había consumido siglos: si el reloj, en 1780, era necesario, no lo sería solo ya para la clase dominante o pudiente, sino para una capa social de mayor espectro, por lo que en seguida se planteó la necesidad de organizar de alguna forma la producción industrial en serie. Para esto, contaban con la capacidad de iniciativa, el ingenio, la organización industrial, etc., capaz de atender a una expectativa de consumo sin parangón en el mundo.

La historia de los primeros fabricantes norteamericanos de relojes, ahora puesta de manifiesto, es apasionante como ninguna otra. Eli Terry empezó copiando los relojes de la Selva Negra, en madera, y de Edward Howard, y sus muchos seguidores.

Ellos fueron los primeros en producir los relojes en serie. Baste decir que los suizos acudieron allí para aprender y aplicar su tecnología de la producción en serie, a fin de adaptarse a los nuevos tiempos”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)