Reloj regulador de estilo lepine para caballero, de inusuales grandes dimensiones, con caja en níquel y cromo.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 077 JDBC

 

 

 

Siglo XIX, circa 1890.

 

Reloj ‘Regulateur’ de estilo lepine con caja en níquel y cromo, lisa y pulida, de grandes dimensiones (su diámetro mide 7 cm).

Los relojes ‘Regulateur’ utilizan este término para indicar sus características:

Regulateur = Regularizador: Que regulariza. El órgano regularizador del reloj pequeño de bolsillo es el volante – espiral. En sus orígenes, este nombre está unido a calidad horaria, pues era el reloj fijo de precisión que utilizaban los relojeros para observar la marcha de los relojes.

El regulador apareció a principios del XVIII y estaba dotado de un péndulo que marcaba los segundos. Durante años, el regulador fue el instrumento horario de máxima precisión. Con posterioridad, esta precisión se aplicó al reloj de bolsillo mediante la mejora del volante, espiral y escape.

Este reloj dispone de esfera blanca sobre cobre convexo, con numeración romana en esmalte negro y segundero a las VI. Las agujas son grandes, estilo pica de látigo, en latón negro. La marca, ‘Regulateur’, ha sido esmaltada entre las X y la I.

En la carrura, dispone de pulsador para cambio horario ubicado entre las X y las XI, y el sistema de cuerda es por la corona ranurada.

 

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)