Reloj muy inusual estilo Lepine de cifras saltantes (orígenes de la relojería digital) del importante maestro relojero LE ROY ET FILS A PARIS. Este maestro y su padre eran proveedores de Napoleón, Mme. Mère, el Duque de Boubon, la Princesa Paulina, S.M. el Rey, el Duque de Orleans y el Conde de París, así como del Cuerpo de la Marina.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 021 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1837.

 

Obra del maestro relojero LE ROY ET FILS A PARIS, se trata de un exquisito reloj en oro de 18k extraplano, con número de serie: 8188. De cifras saltantes con esmaltes en elegante combinación  de blanco y negro. Estilo lepine, no tiene tapa y lleva el colgante y la anilla de suspensión a las XII con grabados y esmaltes. Reloj catalogado en los más importantes tratados relojeros y museos internacionales de relojería.

La historia de la marca LE ROY ET FILS A PARIS se remonta a Louis Charles, quien fruto del primer matrimonio de su padre (quien también fue un gran maestro relojero), nació en París en 1794 y murió en 1865. Descendía de una saga de relojeros que moriría con él, ya que sus hijos Charles y Paul fueron agentes de bolsa, pero continuó su negocio de manufactura relojera su hombre de confianza.

Durante la Revolución, su padre fue suministrador de relojes para las más importantes personalidades de la época, como el propio Napoleón, Madame Mère, el Duque de Bourbon y la Princesa Paulina entre otros. En 1828, Bazile Charles se asocia con su hijo, Louis Charles, bajo la razón social LE ROY ET FILS A PARIS.

A raíz de la constitución de su negocio de alta relojería, participa en la exposición de París de 1834, presentando sus novedades. En 1836, es suministrador del Rey y del Duque de Orleans y también fue relojero de la Marina en 1835. En 1844 es de nuevo suministrador del Rey y del Conde de París. En 1845, cede su nombre, Le Roy et fils a Paris, a su hombre de confianza, Casimir Halley Desfontaines, con la promesa de que nunca cambiará el nombre de la firma, para así dar continuidad a su marca. La saga Casimir continuó con la marca, los premios, el prestigio de su buen hacer y continuó su trabajo.

En cuanto al reloj que nos ocupa, a este tipo de relojes, se les denomina de “Heures Autantes”, o bien “Jimping Hours”, es decir, cifras saltantes. Reciben este nombre porque al cambiar el uso horario al final de los 60 minutos, salta la hora. La máxima producción de relojes de cifras saltantes se origina a mediados del siglo XIX, circa 1850, con la coincidencia del uso del ferrocarril, ya que el público apreciaba que el reloj les indicara las mismas horas que las indicaciones horarias de las pizarras de la estación, si bien la clase pudiente gozaba de ellos desde 1830.

La fabricación de este tipo de relojes de horas saltantes siempre fue más cara que la de los relojes de agujas, puesto que se tenía que estudiar el equilibrio del peso de los discos que contenían las indicaciones horarias, lo cual repercutía en el precio final. En el caso de este reloj, aún se hace más complicado por lo plana que es la maquinaria.

En 1883, un relojero austríaco llamado Joseph Pallweber, desarrolla aportaciones importantes al mundo de los relojes de cifras saltantes y es contratado por IWC – International Watch Company -. Posteriormente, la importantísima manufactura de Cortébert obtuvo el derecho de explotar el invento de Pallweber para la comercialización de estos relojes en Bélgica y Francia. De ahí que los realizados para el mercado español con indicaciones en castellano sean muy inusuales.

A pesar de los adelantos en la precisión de los discos y de la buena idea de dar la hora digitalmente, estos relojes no obtuvieron el éxito que tanto el inventor como el empresario esperaban obtener. A finales del siglo XIX se intentó poner de moda este tipo de relojes sin mucho éxito, pero podríamos decir que son los inicios de lo que hoy conocemos como relojería digital. En aquella época quien lo portaba causaba comentarios de extrañeza ante el público, pues no estaba acostumbrado. Una ventanita deja ver las cifras de la indicación horaria, por lo que este reloj tan inusual fue un adelanto a su época.

De la mano de uno de los grandes maestros de la relojería como lo fue Le Roy & Fils a Paris, todos los modelos fueron legalmente patentados, dada la complejidad de poder engranar los distintos discos. Existía uno para las horas y dos para los minutos. Es decir, las unidades y las decenas, éste último de 0 a 5.

El sistema de cifras saltantes cumple pues un siglo de antigüedad desde que se fabricó para todos los públicos. No obstante, los hermanos Campani de Roma, Italia, desarrollaron a mediados del siglo XVII (1650) un reloj que es una novedad en el estilo de cifras saltantes, pero es una excepción en el tiempo, aunque se les tiene que reconocer la autoría. Con posterioridad, ya en el siglo XX (1920) se producen relojes de pulsera rectangulares, de cifras saltantes. Casi todos estos relojes llevaban una pequeña esfera segundera incorporada en la parte inferior del reloj.

Con respecto al reloj objeto de esta catalogación, su caja es extraplana de oro liso de 18k, con esmaltes en dos colores: blanco y negro, formando espléndidos motivos vegetales de bella realización. La tapa anterior dispone de cristal biselado, mientras que la posterior es la que se lleva toda la decoración de esmalte y grabados sobre el oro. La tapa anterior, también de oro, tiene grabado: Nº 8188, Echappement a cylindre quatre trous en rubís; aiguelles; Le Roy & Fils à Paris. Así mismo, dispone de dos bocallaves para el cambio de la hora y sistema de cuerda, que funcionan a llave.

La esfera es de plata de ley con grabado guilloche. Dispone de una ventana a las XII, que nos indica las horas con numeración  arábiga en esmalte negro sobre disco de plata. La aguja minutera, que es en oro, indica los minutos en su propia esfera excéntrica. El segundero está a las VI. La indicación horaria es arábiga en esmalte negro sobre disco en plata de ley y esmalte negro. En los minutos, su aguja es en oro Morning Glory, en forma de lanza.

La máquina es en latón dorado, escape de cilindro y puentes escalonados de primera época. Sistema de cuerda a llave por la bocallave interior a través del guardapolvo, al igual que el cambio horario.

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)