Reloj lepine para caballero de inusuales grandes dimensiones en hierro ferroso pavonado y esfera bicolor.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 063 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1890.

Reloj ‘Regulateur’ con caja en níquel y cromo lisa y pulida, de grandes dimensiones (tiene un diámetro de 7cm).

Los relojes ‘Regulateur’ utilizan este término para indicar las características del reloj: Regulateur = Regularizador: Que regulariza. El órgano regularizador del reloj pequeño de bolsillo es el volante – espiral. En sus orígenes, este nombre está unido a calidad horaria, pues era el reloj fijo de precisión que utilizaban los relojeros para observar la marcha de los relojes.

El regulador apareció a principios del XVIII y estaba dotado de un péndulo que marcaba los segundos. Durante años, el regulador fue el instrumento horario de máxima precisión que se mejoró con los relojes de bolsiillo.

Este reloj dispone de esfera en esmalte blanco y rosa sobre cobre convexo con numeración romana es esmalte negro; el segundero se ubica a las VI y las agujas son grandes, estilo pica de látigo. La marca, ‘Regulateur’, ha sido esmaltada entre las X y las II. Alrededor del cañón de las agujas se han esmaltado numerosos motivos vegetales y florales que realzan la belleza de la pieza.

En la carrura, dispone de pulsador para cambio horario, entre las XII y la I.

El sistema de cuerda es a remontuar por la corona, redonda y ranurada.

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)