Reloj lepine en plata de ley, conmemorativo del XX Aniversario de La Cruz Roja Española, comercializado por EL TRUST JOYERO INTERNACIONAL.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 493 JDBC

Siglo XIX, circa 1884.

El TRUST Joyero Internacional (1917 – 1936) se creó por la unión de unos cuantos fabricantes de joyas de finales del siglo XIX, con la intención de que el público pudiese adquirir, en inmejorables condiciones de calidad y precio, productos de joyería, relojería y platería. El Director de TRUST era D. Modesto Largo Álvarez, joyero y relojero internacional de gran prestigio.

Tuvieron tienda en Madrid, en el número 12 de la Puerta del Sol, entre las calles de Carmen y Montera. Era un establecimiento de lujo, que no escatimó en los materiales más selectos para su exquisita decoración: caoba de Cuba, fresno de Hungría, mármoles de Bégica e Italia, etc. Dignos de admiración eran la marquesina con toldo automático, el reloj eléctrico de la fachada con siete esferas luminosas, la instalación de alumbrado y la acera de mosaico romano.

Fue un gran éxito y la empresa comenzó a tomar una dimensión muy importante, lo cual llevó a D. Modesto Largo Álvarez a plantearse abrir nuevos establecimientos en localidades de interés, tales como Sevilla, Bilbao y San Sebastián.

En 1936, comenzada la Guerra Civil, el Trust Joyero sufrió un grave asalto que supuso el cierre de su actividad comercial.

Este reloj, con el sello FIX de calidad del TRUST INTERNACIONAL de Madrid, es estilo lepine en plata de ley con el logotipo esmaltado de la Cruz Roja en la tapa posterior, rodeada de esmalte blanco, formando un círculo entorno a la cruz que enlaza con los grabados Guilloche hasta el perímetro del reloj.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo, con numeración arábiga en esmalte negro. Las agujas son pica de látigo en latón negro.

El sistema de cuerda es por la corona y el cambio horario, por pulsador.

La cruz roja que aparece en la tapa del reloj es el emblema de la Cruz Roja o Cruz Roja Internacional, denominación habitual que recibe el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna, una organización humanitaria de alcance mundial, fundada el 17 de febrero de 1863 por el suizo Henry Dunant.

El emblema de la Cruz Roja es, por supuesto, una cruz roja, que representa los colores de la bandera suiza a la inversa. Se trata de un homenaje a los creadores del movimiento y a su postura neutral.

La misión de la Cruz Roja es trabajar por la prevención y la mitigación del sufrimiento humano. Por eso se encarga de preservar la salud y la vida de todos los individuos, especialmente en situaciones de guerra y emergencia.

El trabajo humanitario de la Cruz Roja se basa en ciertos preceptos fundamentales, como la neutralidad (no toma partido en los conflictos), la imparcialidad (no realiza diferencias de raza, nacionalidad, creencias religiosas, clase social ni ideología política), la unidad (únicamente puede haber una Sociedad de la Cruz Roja por país) y la independencia (colabora con los poderes públicos, pero se mantiene autónoma).

El desarrollo de campañas para el bienestar de la sociedad, la búsqueda y la asistencia de víctimas en emergencias, el alojamiento provisorio de individuos que necesitan ayuda y la recolección de vestimenta, comida y medicamentos para donar forman parte de las actividades habituales del movimiento.

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

 Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).