Reloj lepine en oro de 18 Kl estilo art déco de LONGINES WATCH Co.

Catalogación Referencia: MIARB Nº: 405 JDBC.

Siglo XX, circa 1917.

Reloj en oro amarillo de 18 Kl inusual de estilo art déco producido por los maestros relojeros de LONGINES WATCH Co.

El Art déco es un movimiento artístico desarrollado entre 1920 y 1930 en Francia y Estados Unidos. Se basa en la mezcla de un decorativismo extraído de diversas culturas (india, azteca, egipcia, extremo oriente, etc.) que se conjuga y contrasta con su simplificación geométrica. Las obras más representativas se hallan en el campo del diseño, la moda y la escultura.

Reloj de estilo lepine; no tiene tapa anterior y el colgante y la corona se sitúan a las XII horas. Se trata de un reloj LONGINES de los primeros tiempos, muy apreciado por los coleccionistas ya que se encuentra entre los primeros 3.500.000 relojes fabricados por Longines y considerado inusual por el diseño de su caja.

La historia de LONGINES se remonta al año 1867, cuando el empresario Ernest Francillon compra unos terrenos en la localidad de Les Longines, donde construye su propia fábrica de relojes con el mismo nombre de la población. Hoy en día, esta importante marca suiza forma parte del grupo S.M.H. y producen sus relojes en Saint Ynier. Esta marca ha sabido utilizar rentablemente las estrategias de relaciones públicas desde el año 1923, cuando las define el experto en relaciones públicas Edward L. Bernays, pionero mundial de esta disciplina, que ha permitido a Longines estar presente en casi todos los países del mundo. Su estrategia estaba centrada en crear noticia, uniendo su reloj a importantes acontecimientos, estrategia imitada por otras importantes marcas de relojes. Entre estos notables acontecimientos destacamos: En 1899, Luis Amadeo de Saboya llevaba un cronómetro Longines durante su intento de conquista del Polo Norte. En 1927 el piloto Charles Lindbergh aterrizó en Le Jourget después de 33 horas y 30 minutos con su avión “El Espíritu de San Luís”, siendo dicho tiempo cronometrado oficialmente por Longines. En 1928, el Comandante Byrd llevaba Longines en su expedición al Polo Sur. En 1952, se une la calidad y precisión de Longines a la medición en las pruebas olímpicas de atletismo más importantes, acompañando los nuevos récords olímpicos y creando noticias al cronometrarlos. Todo un ejemplo de trabajo bien hecho, dado a conocer y unido a un alto nivel de calidad.

El reloj objeto de esta catalogación es de oro amarillo de 18 Kl extraplano e inusual por su caja y diseño. La tapa anterior tiene distintos tipos de grabado Guilloche, una gran variedad de motivos florales y vegetales, así como trenzados que rodean la pequeña esfera en forma de rombo. La tapa posterior también dispone de un grabado Guilloche.

La esfera es de plata, en forma de rombo, con numeración romana en esmalte negro y agujas en forma de lanza en latón azul cobalto. El cristal de la esfera sobresale de la tapa anterior y también tiene forma de rombo, ocupando la parte inferior del reloj. La marca Longines aparece en esmalte negro debajo de la indicación horaria de las XII horas.

La maquinaria dispone de varios rubíes antifricción color rojo vivo, de los cuáles cinco están a la vista. Se ha grabado en ella la marca Longines y el número de serie 3.628.734, que nos permite identificar sin problema el año de fabricación. En el regulador aparecen las indicaciones “advance”, “retard”, “fast”, y “slow” para adelantar o atrasar la marcha del reloj. El sistema de cuerda y cambio horario son por la corona ranurada.

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).