Reloj Lepine del maestro relojero JOSEPH FERDINAND BACHSCHMID de Suiza, importado por FELIX Y EMMANUEL ULMANN para el mercado filipino.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 458 JDBC.

 

 

Siglo. XIX , circa 1880

Reloj de caballero de los maestros relojeros suizos de la manufactura de JOSEPH FERDINAND BACHSCHMID, en hierro ferroso, importado por “Felix y Emmanuel Ulmann” de Manila, Filipinas.

JOSEPH FERDINAND BACHSCHMID (1848 – 1911) fue un maestro relojero que firmaba sus piezas en la pletina de sus creaciones con la denominación de BACHSCHMID, en letras mayúsculas. Por sus profundos conocimientos, alcanzó en el año 1880 el grado de miembro del jurado de la Exposición Industrial de Bienne (Biena es una ciudad y comuna suiza del Cantón de Berna).

Este maestro ya disponía previamente de su propio taller / manufactura y el hecho de adquirir más reputación en la Exposición Industrial de Bienne, hizo que pronto su marca, BACHSCHMID, apareciera en las listas de fabricantes de relojes, siendo un referente en el sector y una marca deseada.

El reconocimiento a la calidad de sus relojes no se hizo esperar, pues incluso los comercializaba internacionalmente. Tal es así, que pronto sus piezas fueron premiadas: En el año 1883, en la Exposición Nacional de Suiza, celebrada en Zurich, por la realización de sus relojes inspirados en Roskopf. Tres años más tarde, en 1886, fue premiado con la Medalla de Oro en la Exposición de Bruselas y en 1889 sigue cosechando éxitos con la Medalla de Plata que recibió en París.

Su buen hacer profesional le condujo a la obtención de la patente suiza Nº 4554 por su reloj inspirado en Roskopf y ampliamente mejorado. Con posterioridad, entre los años 1892 y 1896, su empresa pasó a denominarse BRAND & HOFMANN, sucesores del maestro J. Bachschmid.

Este reloj, objeto de la catalogación, es una pieza inusual perteneciente a la época de la colonización española, muy buscado por coleccionistas, adquirido en Manila, Filipinas.

Dispone de doble aguja horaria. La caja es en hierro ferroso pavonado, la tapa anterior en hierro ferroso liso que soporta el cristal grueso que protege la esfera. La tapa posterior se abre y se cierra a presión y protege directamente la maquinaria. La carrura es lisa y soporta el colgante y el pulsador de cambio horario.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo y todas las indicaciones son en esmalte negro. La numeración horaria es romana. La de los minutos está representada en rayas entre dos círculos en el extremo del perímetro. Las agujas son en latón negro.

La máquina es en latón plateado, el calibre es redondo a tres cuartos. El regulador puede indicar ARFS. El sistema de cuerda es por la corona y el cambio horario es pulsando el pulsador y por la corona.

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

 “Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

 

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).