Reloj lepine con caja en oro de 18 Kl del maestro relojero GIRARDIER L’AINÉ de Suiza.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 329 JDBC

 

 

Siglo XVIII, circa 1792.

 

Reloj del maestro relojero CHARLES GIRARDIER L’AINÉ (1757-1839), quien tuvo su período más activo de producción relojera entre 1780 y 1815. En el año 1792, este gran maestro fue premiado por la calidad y precisión de sus relojes por la Sociedad de Artistas Relojeros. Recibió otro premio en Ginebra por sus reputados relojes de autómatas y de repetición. Aparece en las listas de Tardy como relojero ubicado en París ca. 1810.

(Fuente: Swiss Timepiece Makers, 1775-1975, de Kathleen H. Pritchard).

Reloj catalogado en la “Enciclopedia del Reloj de Bolsillo” (pág. 291) de la editorial Amat y cuyo autor es el Dr. José Daniel Barquero.

Reloj con complicación catalina en caja en oro de 18 Kl, de sonería a minutos. Toca, a petición por pulsador, las horas, los cuartos y los minutos. Es de estilo lepine, sin tapa, y lleva el colgante y el pulsador a las XII. Este reloj fue producido en el mismo año en que fue premiado por su calidad y precisión.

La caja es en oro de 18 Kl totalmente lisa, con un grosor de casi 2cm para alojar el escape de rueda catalina. La caja está contrastada con la firma auténtica del relojero GIRARDIER en su tapa de características que protege la maquinaria del polvo y la humedad.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo. El indicador de la numeración es arábigo, en esmalte negro. Debajo de las 2 horas dispone de una bocallave que permite dar cuerda. El cambio horario se produce con la llave sobre el pivote que sustenta las agujas. Encima de la indicación horaria de las VI horas, en esmalte negro, aparece la firma inequívoca de Girardier l’Ainé. Dispone de tornillo de sujeción de esfera. Las agujas son estilo Breguet Moon en latón negro.

Reloj de rueda catalina con maquinaria en latón dorado, con conqueret en acero bruñido, ajustado por tornillo en la proximidad del punto en el que pivota el volante sobre su puente y que ejerce una suave presión sobre el eje, evitando su desgaste. La presencia del coqueret permite una aproximación bastante precisa sobre la fecha de construcción del reloj, pues aparece en 1735 y su incorporación se generalizó muy pronto durante la regencia y el reinado de Luís XV en Francia, y hacia 1750 en Inglaterra.

Evolucionó después hacia la forma circular, con piedra dura perforada (diamante o rubí). En este caso, el reloj está provisto de “coqueret” y dispone de un diamante central de tamaño importante.

Al ser un reloj de sonería a horas, cuartos y minutos, su mecanismo hace posible el toque automático de las horas, cuartos y minutos al presionar el colgante hacia la indicación horaria de las XII horas con tren propio, que en el caso de los cuartos es independiente y vinculado al de la marcha.

Lógicamente, comentaba el querido profesor en relojería Luís Montañés haciendo referencia a Bertele, que la sonería debería indicar primero la hora y después el cuarto de hora transcurrido, como es el caso de este reloj o los del período 1790 a 1820, aproximadamente. Las percusiones se realizan sobre varillas y las piezas que realizan la división de los toques se llaman contaderas.

El regulador de la sonería está montado sobre la propia pletina.

 

Catalino o de rueda catalina. Dicha pieza, como su nombre indica, es un escape de paletas dentro del grupo de los de retroceso. En España, a este tipo de escape se le denomina escape de rueda catalina.

 

 

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).