Reloj joya Nº 7/16 estilo lepine, REGULADOR del maestro P.F. Caja en acero inoxidable y esmaltes en multitud de colores.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 59 JDBC.

 

Y si queremos que quede la tabla centrada al principio ponemos:

 

Siglo XIX, circa 1885.

Reloj joya de bolsillo “Regulateur” estilo lepine para caballero. De grandes dimensiones, con 7cm de diámetro, está decorado profusamente con un gran esmalte (también de 7cm) en su tapa posterior de color mayoritariamente verde, decorada con filigranas, estrellas y otros motivos en esmaltes a color oro, plata y rubí.

La caja es en acero garantizado y ambos biseles se han decorado con los mismos motivos vegetales y florales repujados que dan más realce al reloj.

En la carrura se ha dispuesto el pulsador para el cambio horario, siendo el sistema de cuerda por la corona ranurada.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración romana en esmalte negro. Entre las 10 y las 14 horas, se ha esmaltado en negro el término “Regulateur”. Las agujas son en latón dorado estilo Luís XVI. Dispone de segundero a las 18 horas.

En la placa de características se ha grabado: Acier garantie, Maestro P.F., Oxiade inalterable y Nº7/16.

Debajo de la placa de características, dispone de bisel con cristal, obteniendo de este modo una doble protección para que el polvo no altere la perfección horaria.

En relojería, un “Regulateur” (también denominado Regulator o Regularizador) es un reloj, que como su nombre indica, regulariza. El órgano regularizador del reloj de bolsillo es el volante y su espiral. En sus orígenes, la denominación “Regulateur” estaba asociado a la calidad horaria, pues era el reloj fijo de precisión que utilizaban los relojeros para observar la marcha de los relojes.

El regulador apareció a principios del siglo XVIII y estaba dotado de un péndulo que permitía marcar los segundos. Durante años, el regulador fue considerado el instrumento horario de máxima precisión.

 

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)