Reloj Joya MASRIERA, estilo Lepine, alegórico representando la flor del jacinto, en plata de ley y esmalte a colores.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 393 JDBC

Siglo XIX, circa 1880.

Reloj de dama alegórico con motivo mitológico representando la flor del jacinto. En plata con grabados guilloche sobre los cuales se han aplicado esmaltes azules en distintas tonalidades, muy buscado por los coleccionistas, ya que es inusual  por lo que representa alegóricamente, la historia de Jacinto,  hijo de Piero y Clio: Jugando Apolo y Cefiro con el disco, este último sin querer dirigió el tejo  hacia la cabeza de Jacinto y lo mató. No pudiendo devolverle la vida, el Rey  Apolo lo convirtió en flor, que lleva su nombre, el Jacinto, y así se representa su cara dentro de la flor de Jacinto.

Caja en plata de dos tapas, la anterior en esmalte azul y grabado de fondo guilloche, que se deja ver a través del esmalte. La tapa posterior en azul con la flor de Jacinto con la cara de Jacinto en plata. Los pétalos  de la flor son de esmalte en tonos azul y lila.

La esfera en esmalte blanco sobre cobre convexo, numeración romana en esmalte negro. Las indicaciones de los minutos son en esmalte oro en forma de punto y las indicaciones de las horas también en esmalte oro en forma de rombo. Agujas Whip en latón negro.

Sistema de cuerda por la corona.

Reloj adquirido en la Relojería Masriera, donde, en años posteriores, c. 1930, un miembro de la misma familia que poseía el reloj adquirió unas tijeras también en plata de ley y estilo modernista.

La historia de Masriera se remonta a 1839, cuando Josep Masriera Vidal abre su primer taller en la calle Vigatans de Barcelona. El nombre Masriera es sinónimo de joya de arte, pero también es de mucho más; joyería modernista catalana, un mundo centrado en la tendencia simbólica del Art Nouveau. El nombre Masriera es indisoluble de la vida artístico-cultural barcelonesa desde el último tercio del siglo XIX hasta el primero del siglo XX.

Las joyas creadas por Masriera destacan por la sinuosidad floral y la sensualidad femenina, pero la auténtica revolución iconográfica viene dada por la mágica fusión entre mujer y naturaleza, de donde nacen sus populares hadas, nimfas, mujeres de agua y mujeres-insecto.

(Fuente: http://bagues-masriera.com/masriera)

Fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).