Reloj joya lepine para dama con caja en oro y esmaltes a llave.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 384 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa año 1840.

 

Reloj joya Lepine con colgante, pulsador y anilla  de suspensión a las XII. Reloj  con caja en oro lepine  de 18 k de caballero, con esmalte negro,  sobre distintos tipos de fondo con grabado guilloche.

La caja dispone de pulsador en el colgante que permite abrir la tapa posterior que da acceso  a la placa de características  para remontuar a llave, el sistema de cambio horario y cuerda a través de las dos bocallaves destinadas  al efecto.

La caja es en oro de 18 kilates, de dos tapas; la posterior y la placa de características, dotadas de  dos bisagras, en la tapa anterior. Su carrura es ranurada y la parte posterior está ricamente decorada con grabado  guilloche y dibujos en esmalte negro,  que dan paso a un escudo que decora el centro del reloj, que se utiliza para grabar las iniciales del propietario. La tapa interior que protege la máquina de la humedad y el polvo es de oro, numerada.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo, las indicaciones son en numeración romana en esmalte negro, en la parte superior de cada indicación horaria está en números  arábigos. La indicación de los minutos también en esmalte negro.

Las agujas son estilo  Morning Glory open en latón negro.

Máquina de latón dorado, sistema de cuerda y cambio horario a lleve por la parte posterior.

Calibre redondo a puentes de  primera época.

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720.

Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)