Reloj joya estilo saboneta para dama realizado en oro amarillo de 18 Kl con diamantes, esmalte color negro y grabaciones en ambas tapas.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 378 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1880.

Obra de maestros relojeros suizos, este es un reloj de estilo saboneta para dama, con diamantes perfectamente engarzados en el interior de un ancla. Realizado en oro amarillo de 18 Kl y esmalte color negro, con grabaciones en sus dos tapas. El colgante, la anilla de suspensión y la corona están situados a las III horas.

La caja dispone de tres tapas, en oro amarillo de 18 Kl. La anterior provista de esmalte color negro y en el centro, un ancla con tres diamantes engarzados y rodeada de distintas filigranas grabadas. La tapa posterior también es de esmalte color negro y en el centro tiene una flor de lis profusamente grabada, rodeada de unas filigranas en relieve.

En ‘El Tratado de la Relojería Alegórica’ de Vicente Viñola y Lardíes, de Barcelona, 1901, la flor de lis significa una designación, a la vez que una declaración de amor y es el emblema de la inconstancia y del violento amor.

En su tapa interior, que protege de humedad y polvo la maquinaria del reloj, aparece grabado: “Geneve, Cylindre, 10 Rubis, Remontoir, Nº 7132”.

La caja dispone de un pulsador lateral a las III horas que presionándolo, permite el cambio horario.

La esfera ha sido realizada en plata de ley con numeración romana en esmalte negro. Alrededor de las indicaciones horarias se ha provisto una filigrana que realza la esfera, en cuyo centro también se contempla una decoración de motivos vegetales realizada en oro. Las agujas son estilo Luís XIV y son de oro, originales de la época.

La máquina es de latón dorado y dispone de 10 rubíes antirrozamiento. El sistema de cuerda es por la corona, es decir, dispone de sistema remontuar.

En el regulador aparece grabado “advance” y “retard”, para adelantar o retrasar la marcha.

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

  

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

 Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

 

Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).