Reloj HEBDOMAS, 8 JOURS, estilo saboneta muy inusual, para la exposición internacional de Bruselas.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 229 JDBC

 

 

Siglo XX, circa 1910.

 

Reloj de bolsillo muy inusual por su estilo saboneta, pues este tipo de relojes se hicieron prácticamente todos de estilo lepine. Con caja en plata de ley, de los maestros relojeros suizos de la manufactura HEBDOMAS, fundada en 1890.

Este reloj ha sido catalogado en La Enciclopedia del Reloj de Bolsillo (pag 473) del Dr. José Daniel Barquero; Editorial Amat.

Dispone de motivos florales alegóricos en la esfera y pletina adherida a la misma.

En el barrilete aparece grabado: “Spiral Breguet levees visibles”; “8 jours”; “Milan 1906 – Paris 1900 – Geneve 1896 – Chicago 1892 – Bruxelles 1910”; “Ancre”; “Qualité Superieure Garantie”.

Este modelo fue realizado para la Exposición Internacional del año 1910, celebrada en Bruselas, donde obtuvo una medalla.

La esfera es inusual, de esmalte color rosa pálido sobre cobre convexo. Dispone de una subesfera en latón repujado color oro, que rodea la indicación horaria. La gran esfera es excéntrica, dejando hueco, a corazón abierto, para ver el volante y el estado de su marcha, en substitución del típico segundero situado a las VI horas. Indicaciones horarias en números arábigos en esmalte color negro. Las agujas son estilo palo, en latón dorado. La marca, HEBDOMAS, aparece en esmalte negro en la base de la esfera, junto a “8 Jours”.

El nombre HEBDOMAS (semana), que aparece en esmalte negro en la base de la esfera, junto a “8 Jours”, nos define la duración de la cuerda, es decir,  de siete a ocho días de autonomía, capacidad de marcha facilitada por el cubo, que ocupa todo el diámetro del interior de la caja, con dientes exteriores que sirven para su remontaje.

Recientemente han lanzado un “revival” conmemorando ese gran reloj creado en el siglo XVII. Este reloj se creó con la idea de dotarlo de ocho días de cuerda y fue en el año 1692, de la mano de los maestros relojeros pioneros en este tipo de maquinarias: Nicolas Gribelin y Abbe Joan, de Hautefeville, quienes consiguieron la patente real en el año 1693. Posteriormente, en 1844, el maestro relojero Boyer, consigue la patente suiza para una autonomía de 32 días y en 1844 y 1846 respectivamente, el maestro francés Gontard consigue la patente para un reloj con autonomía para 50 días.

Los relojes ocho días cuerda en el Reino Unido son una rareza. La única patente que se conoce fue la de Robert Westwood, co el Nº 5850, otorgada el 23 de septiembre de 1829. En Estados Unidos, el pionero fue el maestro relojero Robert Aaron L. Dennison, ya que en 1850, con la colaboración de O.B. Marsh, de la Howard’s Factory, produjeron relojes ocho días cuerda. Posteriormente en Estados Unidos, en el año 1852, los maestros relojeros Dennison y Stratton mejoraron esos relojes y produjeron relojes autónomos de 30 horas. Con posterioridad constituirían la Waltham.

A pesar de la fabricación mundial de relojes de larga autonomía, serían los suizos quienes adquirirían más reputación con este tipo de máquinas. Uno de los mejores ejemplos de reloj de prestigio mundial de 8 días cuerda fue Hebdomas, quienes se inspiran  en los diseños patentados en 1889 por el maestro relojero Irenef Avbry, de Saignelegier, en el Cantón de Jura, región suiza. Finalmente, el maestro Arthur Graizley fue el predecesor y diseñador  de la producción de la marca Hebdomas, quienes empezaron con relojes de 15 días y luego pasaron a la producción de 8 días. Posteriormente, en 1900, A. Graizley se asocia con Otto Schild y crean Graizley & Cia. En 1906 se separaron por Schild & Com, quienes continuaron la producción en su fábrica de la Chaux-des-Fonds. Hoy en día, este tipo de relojes se sigue produciendo con las mismas características en cuanto a caja, esfera y maquinaria.

 

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

 

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

 Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).