Reloj Goliat en plata de ley, estilo Saboneta, del maestro relojero E. Oggero, Suiza.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 145 JDBC

 

 

 

Siglo XIX, circa 1873.

 

Reloj realizado por el maestro relojero suizo E. OGGERO en plata de ley, de estilo saboneta, con el colgante y la corona a las III horas. Su diámetro exterior alcanza los 6,5 cm de diámetro, de ahí que a los relojes de bolsillo de esta medida o superior se les denomine “Goliat”.

Su número de producción es el 32.904, grabado en el interior de la tapa.

La caja es en plata ley y la tapa anterior dispone de un escudo central de grandes dimensiones para las iniciales, rodeado de motivos vegetales y florales que dan paso al grabado guilloche, en rombos concéntricos apretados. La tapa posterior también está decorada con grabado guilloche en su totalidad.

La placa de características presenta en su interior la siguiente grabación: “E. Oggero Geneve, Nº32904, remontoir, ancre, ligne droite 15 rubis”.

Tras abrir la placa de características encontramos un cristal previo a la maquinaria, por lo que la maquinaria de este reloj esta sobreprotegida.

La esfera es en dos esmaltes – blanco y rosa – sobre cobre convexo. Las indicaciones horarias se expresan en numeración romana, mientras que la numeración que indica los minutos es en numeración arábiga, situada alrededor de la romana y siguiendo el perímetro, ambas en esmalte negro. El segundero está a las VI, y las agujas son estilo Breguet Moon en latón negro.

La máquina es de latón plateado de gran calidad y dispone de 15 rubíes anti rozamiento. Tiene unas aguas grabadas que en su época tenían una imprimación dorada realzando su belleza, pero con el tiempo ha ido desapareciendo.

La maquinaria dispone de sistema de cuerda remontuar por la corona. Dispone de pulsador para el cambio horario a las III. En el regulador aparece Advance y Retard. En su interior, en el puente del barrilete y rueda de rochete tiene grabado el Nº32904 y el nombre del maestro relojero Oggero Geneve.

 

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)