Reloj estilo saboneta para caballero en oro de 18Kl de los maestros relojeros suizos CH. H. GROSCLAUDE & FILS-FLEURIER, catalogados en numerosos tratados relojeros.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 015 JDBC

Siglo XIX, circa 1855.

Reloj de bolsillo estilo saboneta para caballero, en oro amarillo de 18 Kl de los maestros relojeros suizos CH. H. GROSCLAUDE & FILS – FLEURIER, con el número de serie 5.958. Maestros relojeros que han sido catalogados en numerosos tratados relojeros.

En la pletina del calibre aparece la firma CH. H. GROSCLAUDE & FILS – FLEURIER y la numeración de serie 5.958, así como en el regulador “Advance” y “Retard”

El tipo de cuerda es de remontuar a llave.

La esfera ha sido realizada en plata de ley con filigranas y motivos vegetales y florales en relieve de oro de 18Kl. Las indicaciones horarias son también en oro de 18 Kl en relieve y las agujas son estilo pica de látigo en latón negro.

La esfera metálica del reloj de bolsillo, según A. Chapiro, tiene tras sí una larga historia. Equiparon los primeros relojes de los siglos XVI y XVII y eran entonces grabadas simplemente o a veces realzadas con motivos decorativos de esmalte en color. Hacia finales del siglo XVII, las esferas en metal (latón dorado, plata u oro grabadas en talla en hueco (champs levé) fueron sustituidas por esferas de esmaltes, más legibles, mientras que esas mismas esferas prosiguieron su curso en los relojes ingleses durante todo el primer cuarto del siglo XVIII. Desde 1725-1730, las esferas de metal fueron prácticamente abandonadas por las de esmalte blanco que evolucionan hacia una forma especialmente legible y elegante en el curso del último cuarto de siglo. Fue Breguet el que volvió a poner de moda las esferas de metal, hacia 1800. Sus relojes complicados están provistos de esfera maciza de plata o de oro, grabadas en guilloche en “grano de trigo” de una rara elegancia. Las secundarias eran encastadas en la principal, ajustadas con precisión y mantenidas con diminutos tornillos, visibles al dorso.

La aceptación de estas esferas hizo que la misma Casa Breguet hubiese de sustituir las originales, en esmalte, a menudo craqueladas, por éstas más modernas.

La esfera metálica se adoptó por muchos relojes franceses y suizos; pero desde 1825-1840, tanto las de plata como las de oro fueron adelgazando extraordinariamente y a pesar de que tienen el aire de estar “guilloché”, son en realidad estampadas con troqueles suizos.

Durante toda la segunda mitad del siglo XIX, los relojes sabonetas se ofrecían en estuches con esfera de recambio, dando opción al uso de la esmaltada o la metálica.

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

 

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).