Reloj esqueleto estilo Lepin de la marca registrada “ LA RAVISSANTE”, con caja en metal sobredorado.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 139 JDBC.

 

 

Siglo XX, circa 1885.

LONGINES, propietaria de la marca LA RAVISSANTE, se remonta a 1832, cuando Auguste Agassiz funda una agencia relojera en Saint-Imier, Suiza. Fabrican y comercializan relojes de bolsillo dotados de escapes de rueda de encuentro. Su sobrino, Ernest Francillon desarrolló la compañía, dándole su nombre actual y dotándola de su logotipo, un reloj de arena alado. En 1867, inauguran la fábrica de LONGINES, situada en Saint-Imier, en el lugar de Les Longines (“prados alargados”). En ese mismo año producen su primer movimiento, el 20A. Al año siguiente fue el primer fabricante que lanzó un mecanismo cuya carga se realizaba a través de la corona del propio reloj, sin necesidad de una llave.

En 1896 LONGINES fue la encargada de la medición de tiempos en la primera Olimpíada moderna. 14 Olimpiadas han tenido a esta firma como el cronometrador oficial, así como más de 30 Tours de Francia, campeonatos deportivos de gimnasia, esquí, competición ecuestre o Fórmula 1, en la que patrocinó durante varios años la Scuderia Ferrari. También es famosa por sus relojes de aviador y para tal fin, el capitán Philip van Horn Weems diseñó un modelo, el Angle Hour Watch, con una esfera central móvil que se podía sincronizar con alguna señal de radio como ayuda para la navegación.

Famosos poseedores de un LONGINES han sido Albert Einstein, quien tuvo un reloj de bolsillo y otro de pulsera; Humphrey Bogart o Audrey Hepburn, entre otros.

En el año 2001 LONGINES produjo su reloj 30 millones, y en 2007 celebró el 175 aniversario de la firma.

El reloj que nos ocupa es un modelo esqueleto, en caja Lepine sobredorada. Dispone de pulsador en la carrura para el cambio horario a las 13 horas. La esfera en esmalte blanco sobre cobre convexo perforada exquisitamente  en su centro circularmente  lo que permite  convertirlo en esqueleto. El sistema de remontuar es por la corona ranurada . La marca  “La Ravissante” aparece profusamente grabada en la placa de características.

El Reloj Esqueleto es un reloj de sobremesa o bolsillo en el que la máquina se ha dispuesto intencionalmente visible. El modelo nació en Francia, hacia 1750, con Luis XVI (Berthoud , Le Roy , Lépine y Lepaute) período en el que se realizaron magníficos reguladores de sobremesa. En Gran Bretaña, el modelo fue preferido por los oficiales relojeros que pretendían el grado de maestría, para sus ejercicios, por cuanto eliminaba la caja y permitía concentrar la atención en el movimiento. De todos modos, hay caja simulada puesto que se ha reemplazado por sólidos y artísticos frontales en forma de iglesias góticas y hasta de catedrales, totalmente caladas.

Se hicieron en serie desde 1820 a 1914. La exposición de Londres de 1851 los popularizó en alto grado. En un catálogo de 1865 se anunciaban desde L 2.10s. hasta 10 y 12 Ls., con sonería de horas en campana o gong. (Es sabido que estos relojes sólo dan un toque por hora).

Es de reseñar que en España se han producido, entre 1970 y 1975, varios modelos de este género, que han tenido gran aceptación en el extranjero.

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

 HISTORIA DE LA RELOJERÍA SUIZA

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).