Reloj del maestro relojero inglés WM. INGHUM con caja lepine en plata de ley, dotado de cronógrafo y segundero central.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº : 131 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1865.

 

Reloj de bolsillo del maestro relojero: W. INGHUM, de la localidad de Brierfield, Inglaterra, con número de serie 76.641. Reloj cronógrafo de médico inglés en plata de ley con caja lepine. No tiene tapa anterior, y la anilla de suspensión y el colgante se sitúan a las XII

En la esfera aparece grabado en esmalte negro: “Centre Seconds 7/6641 Cronograph”. Es un cronógrafo utilizado principalmente por los médicos de la época.

La caja es en plata de ley. Su tapa anterior está provista de un bisel en plata que soporta un cristal biselado, muy típico de la época. Su tapa posterior da acceso a la placa de características provista de dos bocallaves, una para el cambio del uso horario y otra para el sistema de cuerda. La carrura dispone de pulsador en oro para parar el cronógrafo y está profusamente trabajada. La tapa posterior es en plata lisa con un escudo central sobre una flor de lis para gravar las iniciales. También dispone de pestaña lateral para facilitar su apertura y de pulsador lateral en la carrura para accionar y parar el cronógrafo a la hora de tomar las pulsaciones del paciente.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo, con numeración romana en esmalte negro. El pelo y las agujas son en latón negro. Debajo de la indicación horaria de las XII aparece en esmalte negro “Centre Seconds 7/6641 Cronograph”. Las agujas son HR. Spade, Min. Whip en latón negro.

La máquina es en metal dorado y en ella aparece grabado en su pletina “Brierfield nº 76.641 WM. Inghum”.

 

Cronógrafo; se suele llamar también “contador”. Hay dos clases de cronógrafos: los que son solamente cuentatiempos, y que por tanto no siguen la hora, y los que siendo relojes tienen incorporado también dicho mecanismo. Ambos tipos se generalizaron a partir de la aparición del remontuar. Se caracterizan unos y otros por tener una aguja central, llamada por algunos “pelo”, que da la vuelta circular en un minuto, a deseo del usuario, aislando un tiempo y llevando cuenta de él, al paso de los 1/5 de segundo. En cualquier caso, puede ser parada esa aguja, cuando la observación que se desea hacer haya concluido. Es decir, arranque, parada y vuelta a cero, por presiones sucesivas sobre el pulsador, lo que significa una sola lectura por operación.

En la misma zona donde están los 1/5 de segundo, puede haber otras dos escalas: la del “telémetro” y la del “taquímetro”. También la del “pulsímetro”, y alguna más especial.

La siguiente mejora en los cronógrafos fue la incorporación de la aguja recuperadora (“ratrapante”, en francés, y también “déboublante”, o desdoblante), que haciendo la salida y el mismo recorrido que su gemela, es la que se para a fin de efectuar la lectura, y tiene la posibilidad de volver a situarse en el mismo sitio que la otra, para mantener el cómputo iniciado, y volver a repetir las paradas con idéntica finalidad, permitiendo lecturas sucesivas.

En todos los casos de cronógrafo con recuperadora, y en muchos de los demás, hay una esfera pequeña “cuentaminutos”, donde se van totalizando éstos, si la observación lo requiere, con capacidad para 30 en una primera vuelta; pero continuando la cuenta por exceso.

Los primeros relojes con segundero central independiente, para su uso como contadores –todavía de cuerda a llave- tuvieron dos cubos, siendo independiente su marcha de la del movimiento. Los primeros usuarios fueron médicos, para la toma del pulso de sus pacientes. La aparición de una clientela tan propicia hizo que los fabricantes se esmeraran en perfeccionar y enriquecer el mecanismo.

Con la aplicación del remontuar, los “relojes de médico” tenían no sólo el cronógrafo incorporado, sino la repetición de cuartos o minutos, y caja saboneta en oro. El primer cronógrafo cuya aguja de segundos volvió a su punto de partida apareció en 1862, basado en una invención del suizo H.F. PIGUET. Hasta entonces, las observaciones debían efectuarse a partir del paso de la aguja por las 12/60, ya que la marcha del segundero central era constante.

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

“La relojería ha tenido también otro de sus máximos exponentes, y por muy largo plazo, en Inglaterra. La estabilidad política conseguida por esta nación tras el paréntesis de la república de Cronwell, y su poderío marítimo y económico, ha permitido que sus mejores talentos se dedicasen con tesón y continuidad a esta actividad.

Las semblanzas de Thomas Tompion, George Graham, Harrison, John Arnold, Earnshaw, Ellicott, Dent, requerirían un espacio desproporcionado al volumen de este libro: todos están suficientemente tratados en los libros, siendo cada vez más minuciosos los estudios sobre aspectos parciales de sus obras.

Desde la aplicación del péndulo, que Fromantel inició en Londres a raíz del invento Huygens, el prototipo de reloj inglés permanece casi invariable. El conservadurismo propio de este país consiguió mantener el sistema de caracol tanto en relojería como en la portátil, hasta casi finales del siglo XX. Notables son sus relojes de carillón, numerosos los modelos de “taberna” y señoriales los de caja alta, para los que trabajaron los calificados ebanistas locales.

El tipo de reloj inglés ha sido copiado y perpetuado hasta nuestros días en varios países, habiendo sido las fábricas alemanas las que más lo han explotado desde fines del siglo XIX”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)