Reloj del maestro H. GUYE, con caja saboneta en oro de 18 Kl.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 330 JDBC

 

 

Siglo XIX, circa 1840

 

Reloj saboneta del maestro relojero francés H. GUYE. Reloj de caballero con caja en oro 18 kl con la anilla de suspensión y el colgante dotado de pulsador a las III horas.

La tapa anterior ha sido profusamente grabada con una escena de dos niños jugando en un jardín. Rodeando la escena, un exquisito diseño de rombos concéntricos apretados estilo guilloche  para rematar la decoración con motivos florales y vegetales.

La tapa posterior con motivo central  de una dama rodeada de un jardín. Debajo de ésta, una gran rosa  de la que nacen numerosas rosas que rodean la escena. Al abrirla da acceso a la placa de características o guardapolvo en oro y con dos bocallaves.

Esfera en plata de ley. Numeración romana en oro de18 Kl. El segundero está a las VI horas. Las agujas en latón en forma de pera. En el centro de la esfera de plata aparecen unas rosas  en oro a tres colores, blanco, amarillo y rosa. Alegóricamente, la rosa simbolizaba las delicias de los antiguos, con ella adornaban las estatuas de Venus y de Flora.

Máquina en metal dorado. El regulador indica “A” y “R” y el cambio horario se produce mediante llave, así como el de las agujas, para lo cual dispone de dos pivotes.

Este reloj está incluido y catalogado en la “Enciclopedia del Reloj”, pág. 318, del Dr. J.D. Barquero.

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

 

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)