Reloj de la marca MOERIS para “La Ferroviaria de Madrid”.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 623 JDBC

 

 

 

Siglo XX, circa 1910.

 

Reloj de bolsillo de la marca MOERIS para “La Ferroviaria de Madrid”, con caja a rosca en níquel y cromo estilo lepine. Su tapa posterior es lisa, dotada en su interior del número de serie 1.258.411.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración arábiga en esmalte negro. La marca, situada a las XII, también se ha esmaltado en negro. El segundero está a las VI y las agujas son pica de látigo azul cobalto.

La anilla de suspensión, el colgante y la corona están a las XII. El sistema de cuerda es a remontuar por la corona, al igual que el cambio horario.

La maquinaria es en metal dorado en la que se ha grabado la marca “MOERIS”, “NON MAGNETIC” y el logo de MOERIS. En el interior de la carrura se ha grabado inusualmente el número de serie 1.858.611.

La historia de la marca MOERIS se remonta a 1893, añó en que se fundó su compañía predecesora MOERI & JEANNERET, perteneciente a Fritz Moeri. Ganaron una medalla en la Exposición Nacional Suiza de 1896 y en Thun, en 1899, año en que murió A. JEANNERET. De nuevo fueron premiados en París en el año 1900. En 1893 obtuvieron la ‘Moeri’s Patent suiza (Nº 7547) y posteriormente, en el año 1909, FRITZ MOERII, SUCC. DE MOERI & JEANNERET obtuvieron la patente nº 47.453.

En 1966, seguía catalogada como FABRIQUE DES MONTRES MOERIS, MOERIS Y FRITZ MOERI, con distintas marcas comerciales como ‘Timeball’. En 1970, MOERIS fue adquirida por TISSOT y Moeris se convirtió en un departamento dentro de TISSOT.

(Fuente: Swiss Timepiece Makers 1775-1975, VOL. II; Kathleen H. Pritchard)

 

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

  

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

 Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

 En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).