Reloj de caballero estilo lepine, nielado con motivo equino en azul cobalto y realizado en plata de ley.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 236 JDBC

 

 

Siglo XIX, circa 1875.

 

Reloj de manufactura suiza para caballero, en plata de ley, lepine, en el que la anilla de suspensión, la corona y el colgante están situados a las XII.

Reloj profusamente decorado con escena ecuestre siguiendo el proceso de construcción de nielado.

La caja también es en nielado azul cobalto, con motivo ecuestre de imagen central grabada de un caballo galopando por un bosque.

Su tapa posterior, que al abrirse nos da acceso a la placa de características o guardapolvo, es en plata ley.

La carrura está decorada con motivos vegetales y florales. La tapa anterior soporta un cristal biselado y alrededor de éste, también se contempla una decoración basada en motivos vegetales y florales de una gran suntuosidad.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo, numeración romana y segundero con subesfera a las VI h. Los minutos aparecen en numeración arábiga alrededor de las indicaciones de las horas, todas en esmalte negro. Las agujas son estilo Luis XIV en latón dorado.

Maquinaria en latón y sistema de cuerda por la corona. Dispone de varios rubíes antifricción y para el cambio de uso horario se acciona el pulsador lateral, situado a la I h.

El nielado es una técnica ornamental que se obtiene mediante la incrustación en plata y otros metales, de un esmalte (generalmente de color negro hecho de plata y plomo fundidos con azufre) en ranuras o incisiones practicadas en el material.

En la orfebrería anterior al siglo XI se empleó para el nielado la acantita, mineral de sulfuro de plata. Posteriormente, fue utilizada una mezcla fusible de sulfuros de cobre y plata que corresponden al mineral estromeyerita. A esta mezcla se le añadía en muchos casos galena (sulfuro de plomo). El procedimiento empleado era semejante al esmaltado, mediante cochura.

El nielado es uno de los métodos más antiguos para decorar la plata. Plinio el Viejo comenta su existencia en el Antiguo Egipto y algunos ejemplares han llegado hasta nosotros. Existen también adornos nielados en puñales micénicos (c. 1500 a. C.). Durante la segunda Edad del Hierro se empleó abundantemente. Ha aparecido orfebrería nielada en las tumbas de varios guerreros. En la Península Ibérica, son frecuentes las espadas falcadas con empuñadura en forma de caballo y broches de cinturón.

Los romanos mantuvieron la técnica del nielado adaptándola a sus gustos decorativos, como la arqueta esponsalicia, procedente de Esquilino (Museo Británico), decorada con motivos cristianos (siglo IV). Se siguió haciendo en el arte bizantino y el anglosajón. El románico representa un predominio del cobre sobre los metales preciosos y un uso creciente del esmalte que va en detrimento del nielado, sin que éste se abandonara totalmente.

Se empleó profusamente el nielado en la orfebrería arábiga, como en la magnífica cierva de bronce (siglo X) procedente de Medina Azahara del Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid.

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

 Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).