Reloj de bolsillo octogonal convertido en reloj de pulsera de la marca A. LECOULTRE en oro amarillo de 18 Kl.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 760 JDBC

 

 

Siglo XIX, circa 1895.

 

La historia de la marca A. LECOULTRE se remonta a 1833, en el corazón del Vallée de Joux, en la cordillera de Jura, los relojeros JAEGERLECOULTRE llevan desde 1833 poniéndose al día en lo que se refiere a creatividad e inventiva. Ciento ochenta expertos distintos se reúnen bajo un mismo techo para dar vida al interior de los relojes y poner en funcionamiento cada una de sus minúsculas piezas. Diseño, montaje, decoración y ajuste; cada una de las fases necesarias para crear un reloj de Jaeger‑LeCoultre se lleva a cabo en su manufactura.

Desde sus inicios, JAEGERLECOULTRE ha creado más de 1200 calibres, que actualmente gozan de un reconocimiento único dentro del sector de la relojería. Sus colecciones emblemáticas, como la colección Reverso, que surgió a partir del movimiento de art déco en 1931, el modelo Master, con sus líneas masculinas clásicas y sofisticadas, o incluso el modelo Atmos, el reloj de péndulo con un movimiento casi perpetuo, constituyen la base sobre la que se cimientan el orgullo y la satisfacción de esta prestigiosa firma de relojería.

(Fuente: https://www.jaeger-lecoultre.com/eu/es/our-maison/our-history.html)

Reloj de bolsillo octogonal en oro amarillo de 18Kl liso y 2.5cm de diámetro, convertido a reloj de pulsera para dama en la época de la transición relojera.

Dispone de anillas de suspensión a las XII y a las VI.

La esfera es en latón dorado con elegantes agujas estilo Breguet en latón negro. En la indicación horaria de las VI horas se ha dispuesto del término “Swiss” en esmalte negro.

La maquinaria es a tres cuartos y en ella, se ha grabado la siguiente inscripción: “A. LECOULTRE, SWISS”; “15 JLS, 3 ADJ”.

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

  

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

 Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).