Reloj de Bolsillo  “ La vigilante”. Marca  perteneciente a la manufactura “JAPY FRÈRES & CIE”, Francia, Beaucourt. Encargado por el estado español en la época franquista para la guardia de honor. (Escape a cilindro, 49mm de diámetro).

Catalogación Referencia: MIARB Nº 1.499 JDBC.

Siglo XX ,circa año 1939.

NOTICIAS COETÁNEAS A LA CONSTRUCCIÓN DEL RELOJ:

El Caudillo entra triunfalmente en Madrid. Termina la guerra y comienza la reconstrucción nacional.”
 (1 de abril de 1939 – tras el parte final de guerra emitido por el Cuartel General de Franco.)
“Se promulga la Ley de Responsabilidades Políticas: el nuevo Estado depurará los actos contrarios al Movimiento Nacional.”
 (13 de febrero de 1939 – disposición publicada en el BOE.)
“Franco constituye su primer Gobierno tras la Victoria: España inicia una nueva era de unidad y orden.”
 (8 de agosto de 1939 – reorganización del Ejecutivo.)
“El Jefe del Estado preside en Burgos la gran Parada de la Victoria ante los Ejércitos vencedores.”
 (19 de mayo de 1939 – desfile militar conmemorativo del final de la guerra civil.)
“Se crea la Casa Militar del Jefe del Estado: las fuerzas de la Victoria custodiarán a S.E. el Generalísimo.”
 (Decreto de 5 de septiembre de 1939, BOE nº 253.)
“España celebra el Año de la Victoria: reconstrucción, disciplina y fe en el futuro.”
 (Editoriales de prensa, verano de 1939.)
“Orden ministerial fija los honores que debe rendir la Guardia de Honor a S.E. el Jefe del Estado.”
 (15–17 de junio de 1939, BOE nº 166 y nº 168, Ministerio de Defensa Nacional.)
“Inaugurado el Instituto de Cultura Hispánica: la Nueva España estrecha lazos con América.”
 (Diciembre de 1939 – política cultural del nuevo régimen.)
“Miles de refugiados cruzan la frontera francesa: la guerra deja su último éxodo.”
 (Enero–febrero de 1939 – final del conflicto en Cataluña.)
“Declaración de neutralidad española ante el conflicto europeo: el Caudillo garantizala paz para la Patria.”
 (1 de septiembre de 1939 – inicio de la Segunda Guerra Mundial.)

PAÍS DE CONSTRUCCIÓN DEL RELOJ:

Francia, Beaucourt, para el mercado militar español de la guardia de honor.

DESCRIPCIÓN DEL RELOJ EN CUANTO A SU AUTORÍA, MARCA Y FABRICANTE:

Reloj de Bolsillo de estilo lepine con el colgante, la anilla de suspensión y la corona ranurada a las XII. Reloj de la marca “La vigilante” perteneciente a la manufactura “JAPY FRÈRES & CIE”, Francia, Beaucourt, para el mercado militar español de la guardia de honor. 

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración romana en esmalte negro y la marca La Vigilante se ha dispuesto debajo de la indicación horaria de las XII, con segundero a las VI. Las agujas son estilo Luis XVI en latón dorado.

Reloj de bolsillo para La Guardia de Honor que era un instrumento de representación del poder del estado español durante el régimen franquista.

La Casa Militar del Jefe del Estado y su Guardia de Honor (1939-1975)

Introducción sobre La Guardia de Honor.

La consolidación del régimen franquista tras la Guerra Civil española no se limitó a la creación de un nuevo aparato estatal, sino que incluyó la instauración de una liturgia política y simbólica destinada a representar visual y ceremonialmente el poder personal de Francisco Franco. En este proceso, la Guardia de Honor del Jefe del Estado desempeñó un papel central: fue tanto un instrumento militar de custodia y escolta como un emblema vivo de la autoridad del Caudillo. Su institucionalización dentro de la Casa Militar y su evolución posterior permiten analizar la forma en que el régimen articuló la teatralización del poder a través de símbolos, uniformes, desfiles y ritos de Estado.

1. El contexto fundacional: el Estado como espectáculo de poder

La cultura política del primer franquismo buscó construir un aparato ceremonial que unificara los elementos de la tradición monárquica española, el militarismo nacionalista y los modelos de Estado totalitario del periodo de entreguerras. La figura del Jefe del Estado debía presentarse como encarnación de la Patria y de la Victoria. Desde los primeros meses de 1939, la escenografía militar acompañó a Franco en cada acto público: desfiles, recepciones, misas de campaña o entregas de credenciales. En todos ellos, la guardia de honor servía como elemento visual de autoridad, proyectando una imagen de orden, disciplina y legitimidad armada.

Este propósito se refleja en las primeras normas que regulan los honores al Jefe del Estado: la Orden de 13 de junio de 1939 del Ministerio de Defensa Nacional, “sobre los honores que debe rendir la guardia de honor del Jefe del Estado o fuerzas encargadas de tributárselos” (BOE nº 166, 15 de junio de 1939, Ministerio de Defensa Nacional), y su inmediata Orden aclaratoria de 16 de junio de 1939 (BOE nº 168, 17 de junio de 1939, Ministerio de Defensa Nacional). Ambas disposiciones establecieron los protocolos de saludo, formaciones, toques de armas y precedencias, equiparando los honores debidos al Jefe del Estado a los del Generalísimo de los Ejércitos. Con ello se codificaba una simbología inequívoca: el poder político y el poder militar se fundían en la persona del Caudillo, y la guardia de honor era su expresión visible.

2. La creación jurídica de la Casa Militar y la institucionalización de la guardia

La necesidad de dar estructura permanente a estos dispositivos ceremoniales y de seguridad condujo a la promulgación del Decreto de 5 de septiembre de 1939, de la Jefatura del Estado, que creó la Casa Militar de S.E. el Jefe del Estado (BOE nº 253, 10 de septiembre de 1939, Jefatura del Estado). En ella se integraban el Cuartel General, las Tropas y los Servicios personales del Jefe del Estado. Días antes, el Decreto de 29 de agosto de 1939 había designado como primer Jefe de la Casa Militar al general José Moscardó Ituarte (BOE nº 248, 5 de septiembre de 1939, Jefatura del Estado), figura heroica de la guerra civil y símbolo de la “España mártir”, reforzando el carácter ideológico del nombramiento.

El Decreto de 7 de octubre de 1939 (BOE nº 284, 11 de octubre de 1939, Jefatura del Estado) precisó las condiciones de ingreso en las fuerzas y servicios de la Casa Militar, estableciendo requisitos de lealtad, méritos de guerra y conducta. La Casa Militar, y en su seno la guardia de honor, se convirtieron así en un espacio de prestigio reservado a militares de probada fidelidad al régimen, lo que reforzaba su función como emblema de la nueva elite castrense.

5.2- Boletín Oficial del Estado, sábado 17 de junio de 1939, Año de la Victoria sobre la Guardia de Honor del jefe del estado.

En este número, el Ministerio de Defensa Nacional publica una referencia a la Orden de 16 de junio de 1939, por la que se aclara la disposición del día 13 del mismo mes, relativa a los honores que debe rendir la Guardia de Honor a Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, Excelentísimo Señor Don Francisco Franco Bahamonde.

La Guardia de Honor.

Más allá de su función estrictamente militar, la Guardia de Honor se concibió como una extensión corporal del propio Caudillo. Su presencia en actos públicos —recepciones de embajadores, misas solemnes, desfiles, visitas oficiales o audiencias en El Pardo— respondía a una lógica de representación del Estado. La coreografía de los honores, los uniformes impecables, las formaciones simétricas y los toques de corneta y tambor creaban una puesta en escena cuidadosamente planificada.

A diferencia de los regimientos de guardia monárquicos anteriores, la guardia franquista no simbolizaba una dinastía, sino un liderazgo carismático y providencial. Su misión era materializar la victoria y el orden. En este sentido, la guardia de honor no era solo un cuerpo de seguridad, sino un dispositivo de propaganda: su presencia legitimaba visualmente el régimen y lo vinculaba con el Ejército vencedor.

La reorganización de 1949 y la consolidación institucional

El paso decisivo en la institucionalización de la guardia se dio con el Decreto de 4 de febrero de 1949, de la Jefatura del Estado, que reorganizó las Tropas de la Casa Militar bajo la denominación “Regimiento de la Guardia de S.E. el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos” (BOE nº 42, 11 de febrero de 1949, Jefatura del Estado). Este decreto convirtió la guardia en una unidad regular con estructura regimental, cuadros de mando, banderín propio y dotación presupuestaria independiente.

El BOE nº 178, de 27 de junio de 1949 (Ministerio del Ejército), publicó las normas de ingreso y servicio del nuevo regimiento, estableciendo criterios selectivos de acceso y un riguroso régimen disciplinario. La guardia asumió funciones de honor, escolta y seguridad personal, así como la representación del poder del Estado en las ceremonias oficiales. A partir de entonces, la “Guardia de S.E.” se convirtió en un símbolo plenamente institucionalizado, equiparable en su función ceremonial a las guardias de corps de las monarquías europeas.

Insignias, uniformidad y ceremonial

El Reglamento de Uniformidad del Ejército de 1943 (BOE nº 93, 4 de abril de 1943, Ministerio del Ejército) proporcionó la base normativa para la uniformidad de todas las armas y cuerpos. La guardia de honor adoptó, no obstante, elementos distintivos que la diferenciaban: emblemas bordados con el águila de San Juan y el yugo y las flechas, escudos con la leyenda “Casa Militar de S.E.” y adornos en latón dorado para  los uniformes y gorras de Guardia de Honor (G de H).

El ceremonial de honores reproducía una liturgia militar sacralizada: las armas en alto, las bandas de música entonando marchas marciales y la bandera nacional presidiendo cada formación. La guardia de honor se convirtió así en una manifestación ritual del Estado Nuevo, donde la estética militar se ponía al servicio de la legitimidad política.

Dimensión simbólica y política de la Guardia de Honor

La guardia de honor funcionó como un instrumento de teatralización del poder. En los actos públicos, la figura del Jefe del Estado se presentaba rodeada de uniformes, estandartes y símbolos que reforzaban la idea de autoridad incontestable. El despliegue visual alineaciones perfectas, armas relucientes, saludos reglamentarios transmitía una imagen de Estado fuerte, ordenado y jerárquico.

En este sentido, la guardia fue una herramienta de comunicación política. Su presencia en las apariciones públicas de Franco, en los desfiles del 1 de abril o en las conmemoraciones de la Victoria, servía para proyectar la continuidad del poder militar y la sacralización del mando. El propio diseño del ceremonial evocaba las guardias palatinas de las monarquías, pero reinterpretadas bajo un discurso de caudillaje.

El componente simbólico alcanzó su máxima expresión en la escolta mora, integrada en los primeros años por tropas norteafricanas, cuyo exotismo reforzaba la iconografía imperial del régimen. El Archivo General Militar de Guadalajara conserva documentación y fotografías de estos contingentes, que acompañaban al Jefe del Estado en paradas y recepciones oficiales, destacando por su uniforme tradicional, con chilaba blanca y fez rojo, en contraste con la uniformidad del resto de la guardia.

Continuidad y transformación (1949-1975)

Durante el periodo de estabilidad franquista (1950-1975), la Casa Militar y su Guardia de Honor mantuvieron su estructura y funciones. Aunque su papel operativo era limitado, su relevancia simbólica seguía siendo considerable. En los actos de Estado —juramentos de ministros, recepciones diplomáticas, desfiles del Día de la Victoria o del 18 de julio—, la guardia representaba la solemnidad del poder personal del Caudillo.

Con la muerte de Franco y la restauración de la monarquía en 1975, el Regimiento de la Guardia de S.E. fue transformado en la Guardia Real, dependiente de la nueva Casa de S.M. el Rey. Aunque el contexto político cambió radicalmente, la continuidad orgánica de las funciones de escolta y ceremonial demuestra la persistencia de un modelo de representación estatal que combina tradición militar y simbolismo institucional.

Conclusiones

La Guardia de Honor del Jefe del Estado, concebida en 1939 y formalizada en 1949, fue uno de los instrumentos más eficaces de legitimación simbólica del régimen franquista. Su existencia respondía a una necesidad doble: garantizar la seguridad física del Caudillo y representar visiblemente su autoridad. A través de un ceremonial militarizado, de uniformes distintivos y de una presencia constante en los actos públicos, la guardia convirtió el poder personal en espectáculo ritual.

En ella se fundieron la tradición castrense española, la estética totalitaria y la herencia monárquica, configurando una liturgia política propia del Estado franquista. Su legado institucional pervive, transformado y despojado de ideología, en la actual Guardia Real, heredera funcional pero no simbólica de aquel aparato de representación.

Bibliografía y fuentes documentales

Boletín Oficial del Estado, nº 166, 15 de junio de 1939, Ministerio de Defensa Nacional.
Boletín Oficial del Estado, nº 168, 17 de junio de 1939, Ministerio de Defensa Nacional.
Boletín Oficial del Estado, nº 248, 5 de septiembre de 1939, Jefatura del Estado.
Boletín Oficial del Estado, nº 253, 10 de septiembre de 1939, Jefatura del Estado.
Boletín Oficial del Estado, nº 284, 11 de octubre de 1939, Jefatura del Estado.
Boletín Oficial del Estado, nº 93, 4 de abril de 1943, Ministerio del Ejército.
Boletín Oficial del Estado, nº 42, 11 de febrero de 1949, Jefatura del Estado.
Boletín Oficial del Estado, nº 178, 27 de junio de 1949, Ministerio del Ejército.
Archivo General Militar de Guadalajara, sección “Casa Militar de S.E.”, expedientes y fotografías, legajos 1939-1945.
Ministerio de Defensa, Guía de la Guardia Real: historia y tradición (Madrid, 2015).
López Fernández, J., “El ceremonial militar en el franquismo”, Revista de Historia Militar, nº 110 (2003), pp. 85-122.
Ruiz Pérez, J.M., Simbolismo y poder en el Estado franquista, Madrid, CEHME, 2010.

HISTORIA O ANTECEDENTES  DE LA MARCA O MAESTRO RELOJERO QUE REALIZÓ ESTE  RELOJ:

La historia de Japy Frères & Cie comienza en la pequeña localidad de Beaucourt, en el Territoire de Belfort, Francia, hacia la segunda mitad del siglo XVIII. En esa época, Frédéric Japy, nacido en 1749 y formado en el oficio de relojero en las tradiciones suizas de la región del Jura, concibió una idea revolucionaria para su tiempo: aplicar los principios de la mecanización y la producción en serie a la relojería. Hasta entonces, la mayoría de los relojes eran fruto del trabajo artesanal de pequeños talleres, donde cada pieza se elaboraba a mano y donde la uniformidad y la precisión dependían de la pericia individual del artesano. Japy comprendió que la nueva era industrial, impulsada por los avances mecánicos, podía transformar la manera de fabricar relojes. Con una visión adelantada a su tiempo, estableció hacia 1770–1777 en Beaucourt una fábrica equipada con maquinaria especialmente diseñada para producir piezas de relojería con precisión uniforme. Esa iniciativa fue uno de los primeros pasos hacia la industrialización relojera francesa y europea.

La empresa, que con el tiempo adoptó el nombre de Japy Frères & Cie cuando los hijos de Frédéric se incorporaron al negocio, se convirtió en una verdadera manufactura en el sentido moderno del término: una organización productiva capaz de fabricar todos los componentes necesarios para ensamblar relojes completos, desde las ruedas y los tambores hasta los escapes y las pletinas. Su sistema de fabricación permitió alcanzar volúmenes de producción muy superiores a los de los talleres tradicionales y garantizar una calidad constante, lo que situó a Japy Frères como pioneros indiscutibles de la mecanización relojera en Francia.

Durante el siglo XIX, la casa Japy experimentó un crecimiento sostenido. La fábrica de Beaucourt se amplió y diversificó su producción, abarcando no solo relojes de bolsillo, sino también relojes de sobremesa, reguladores, despertadores y, más adelante, movimientos eléctricos. Su producción combinaba estética y fiabilidad, y aunque no competía con los más refinados relojes de alta relojería suiza, sí ofrecía mecanismos robustos, bien acabados y de calidad comercial. La empresa obtuvo reconocimiento internacional gracias a la participación en las grandes exposiciones universales, donde fue galardonada con premios en París en 1867, 1878 y 1889, además de recibir distinciones en Londres y Paris a comienzos del siglo XX. Estos premios reflejaban no solo la calidad técnica de sus productos, sino también el prestigio industrial que había alcanzado la firma dentro de la relojería francesa.

En el cartel que ilustra esta ficha, se observan diversas marcas registradas que Japy Frères utilizaba para sus modelos de relojes, tales como “La Vigilante”, “La Parisienne”, “Le Fleuron”, “La Gauloise”, “Le Cyrano”, “Fer à cheval”, “Alouette” y “Succès”. Estas denominaciones correspondían a distintas líneas comerciales, dirigidas a públicos variados, y se empleaban para distinguir estilos o gamas dentro de la amplia oferta de la casa. Los relojes fabricados bajo esas marcas eran, por lo general, relojes de bolsillo de tipo cilindro o áncora, a cuerda o a llave, elaborados en cajas de metal, plata o baño de oro, según el nivel de precio y el mercado de destino. La empresa cuidaba tanto la presentación como la fiabilidad mecánica, logrando piezas que, aunque no exclusivas, resultaban elegantes, resistentes y de diseño atractivo, lo que les otorgó un gran éxito comercial en Francia y en el extranjero.

El impulso de Japy Frères trascendió la mera producción de relojes. Su contribución al desarrollo industrial francés fue fundamental, ya que aplicaron los principios de la estandarización, la división del trabajo y la mecanización mucho antes de que estos conceptos se extendieran a la relojería suiza. Su modelo sirvió de inspiración a otras manufacturas, y la región de Beaucourt se transformó en un importante polo relojero y mecánico. A lo largo del siglo XIX, la empresa también amplió su campo de acción a la fabricación de barómetros, despertadores, lámparas y artículos de lujo en bronce y de  imitación a bronce (calamina), diversificando su producción con notable éxito.

A comienzos del siglo XX, la firma mantenía todavía su renombre, con una sucursal en París, en la rue du Château-d’Eau, desde donde distribuía sus productos a toda Francia y al extranjero. Sin embargo, el avance tecnológico y la competencia internacional, sobre todo procedente de Suiza y más tarde de Estados Unidos, fueron erosionando poco a poco su posición dominante. A pesar de ello, los relojes y movimientos Japy Frères continuaron siendo sinónimo de solidez, elegancia industrial y saber hacer francés. Con el tiempo, la empresa se reestructuró y diversificó hacia otros campos mecánicos, pero su legado quedó firmemente asociado a la historia de la relojería y a la transformación industrial de Europa.

Así, la historia de Japy Frères & Cie no es solo la de una marca de relojes, sino la de una familia visionaria que marcó el inicio de la producción relojera moderna en Francia, que combinó la precisión mecánica con el espíritu comercial y que, gracias a su ingenio, convirtió a Beaucourt en un símbolo del progreso técnico y de la excelencia manufacturera durante más de un siglo.

Marcas de fábrica de Japy Frères & Cie, Beaucourt, una de las manufacturas relojeras francesas más influyentes del siglo XIX.

La imagen muestra varios sellos y marcas de la fábrica de Japy Frères & Cie, Beaucourt, una de las manufacturas relojeras francesas más influyentes del siglo XIX.

En el centro puede verse el sello principal con la inscripción “Japy Frères & Cie, Beaucourt”, acompañado de una figura alegórica —probablemente representando a la industria o la victoria— y rodeado por ornamentos florales. A ambos lados aparecen grabados los punzones de dos de las marcas comerciales asociadas:

Estos sellos eran utilizados para identificar tanto los movimientos como las cajas de relojes producidos por Japy Frères o por talleres bajo su supervisión. Además de servir como garantía de procedencia y calidad, ayudaban a diferenciar las distintas líneas de producto, como “Le Fleuron” o “La Gauloise”, que correspondían a diferentes niveles de acabado o mercados.

Fábrica Japy Frères & Cie, Beaucourt (Francia), ca. 1900

Símbolo de la revolución industrial francesa, la manufactura Japy Frères fue fundada por Frédéric Japy a finales del siglo XVIII. En sus talleres de Beaucourt se introdujo por primera vez la producción mecanizada de movimientos de reloj, marcando el paso de la relojería artesanal a la industrial.

El edificio, con su inconfundible logotipo “JAPY” y el reloj en su frontón, refleja la unión entre precisión técnica y orgullo industrial. Aquí se fabricaron relojes de bolsillo, despertadores y piezas mecánicas que hicieron de Japy Frères una referencia europea en calidad y modernidad.

Beaucourt (Haut-Rhin), vista general y Rue de Saint-Dizier, ca. 1900

Pequeña localidad del este de Francia, Beaucourt se transformó profundamente con la llegada de la industria Japy Frères a finales del siglo XVIII. En torno a la fábrica se desarrolló una comunidad obrera modelo, con viviendas, escuelas y servicios impulsados por la familia Japy.

Esta imagen muestra el pueblo en plena expansión, cuando el trabajo relojero y mecánico marcaba el ritmo de la vida cotidiana. Beaucourt se convirtió así en el corazón de la mecanización relojera francesa y en un símbolo de la armonía entre industria y vida social.

RELOJ DOTADO EN SU TAPA POSTERIOR DE INSIGNIA MILITAR DE GUARDIA DE HONOR, DE GRAN TRABAJO ORFEBRE UTILIZADA EN EL “ESTADO ESPAÑOL DURANTE EL FRANQUISMO” (Foto superior)

Evolución de las insignias: del laurel de Alfonso XIII a la hoja de roble del Estado español durante el franquismo siendo adoptada por la Guardia de Honor.

Evolución vegetal en la iconografía de las insignias estatales en España (1902–1975): del laurel alfonsino al roble en el ecosistema simbólico del franquismo

Resumen: Este artículo examina la presencia y función de dos motivos vegetales —laurel y roble— en insignias, condecoraciones y emblemas vinculados al Estado español entre el reinado de Alfonso XIII (1902–1931) y la dictadura franquista (1939–1975). A partir de fuentes normativas, catálogos y estudios divulgativos con base documental, se observa (1) la alta visibilidad del laurel en medallas y orlas alfonsinas (continuidad clásica y “laureada” como categoría de prestigio), y (2) una mayor permeabilidad al motivo del roble en el entorno franquista, no tanto en el escudo nacional —centrado en el águila de San Juan, yugo y flechas— como en condecoraciones y emblemas militares influenciados por modelos germánicos (hojas de roble) y en determinados distintivos corporativos, sin que ello suponga uniformidad. Se concluye que el paso del laurel al roble no fue lineal ni total, sino tendencial y contextual, con continuidades, préstamos y solapamientos.

Marco teórico y método: El análisis combina: iconografía heráldica (lectura de muebles, orlas, coronas y soportes); crítica normativa (decretos/órdenes y escudos oficiales); tipología de condecoraciones (morfología y simbología de medallas/placas); contextualización comparada (transferencias entre culturas militares europeas). Se emplea muestreo intencional de piezas representativas y verificación cruzada de descripciones oficiales o académicas cuando existen.

I. El laurel en la cultura de la condecoración alfonsina (1902–1931)

En el período alfonsino proliferan condecoraciones y emblemas donde el laurel aparece como corona u orla de mérito: continuidad clásica (victoria, excelencia) y uso enmarcador de bustos reales, escudos o cartelas. Ejemplo temprano (último tercio del XIX, pero vigente en el imaginario de inicios del XX) es la iconografía de las medallas de Ultramar y recompensas coloniales, con unión a través de corona de laurel; esta estructura se proyecta hacia el repertorio de Alfonso XIII. En este contexto, el término “laureada” adquiere valor simbólico: la máxima recompensa al valor, la Cruz Laureada de San Fernando, define literalmente una condecoración “laureada” mediante laureles, lo cual refuerza la asociación entre hoja de laurel y distinción militar de élite. En catálogos y compendios se observa la multiplicación de medallas y cruces bajo Alfonso XIII con uso recurrente del laurel como ornamento prestigioso (orlas, reversos con hojas de laurel, etc.). En este repertorio, el laurel opera como código pan-europeo de victoria y mérito, con arraigo clásico y traducción directa a orlas/coronas de las insignias.

II. Recontextualización franquista (1936/1939–1975): del águila de San Juan al ecosistema de condecoraciones

El núcleo heráldico del régimen franquista no pivota en motivos vegetales sino en la recuperación del emblema de los Reyes Católicos (águila de San Juan, yugo, flechas; columnas y plus ultra) según el decreto de 2 de febrero de 1938 y el modelo de 1945. En este escudo institucional el discurso vegetal está, pues, subordinado o ausente. Sin embargo, en el ámbito de las condecoraciones y la cultura militar del régimen, se observa una evolución hacia la incorporación del motivo del roble y su hoja. Por vía de transferencia germánica —a través de la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro y del grado superior con “hojas de roble” (Eichenlaub) que se concede a mandos españoles de la División Azul— se normaliza el léxico y la imaginería del roble en el entorno militar español. De esta forma el roble gana visibilidad como emblema de excelencia en uniformología, bordados, placas y distintivos de unidades. En ámbitos corporativos e institucionales aparecen hojas de roble (a veces combinadas con palmas, coronas o armas) en el diseño de distintivos de unidades, bordados o emblemas institucionales. Esto revela que el motivo del roble se incorpora al vocabulario formal de emblemas estatales españoles, con mayor naturalización desde mediados del siglo XX, aunque nunca sustituye completamente al laurel.

III. Tipología comparada

– Orlas/coronas vegetales: En la época de Alfonso XIII, la corona o orla de laurel predomina como marco y signo de victoria o meritocracia. En el franquismo, las orlas vegetales son menos canónicas en el escudo oficial; sin embargo, en el ámbito militar y condecorativo aparece la hoja de roble como motivo más frecuente.

– Narrativa simbólica: El laurel representa victoria clásica, excelencia y éxito; es el signo de la gloria pan-europea. En cambio, el roble representa fortaleza, firmeza y perennidad; en el contexto militar europeo central es emblema habitual de méritos superiores y resistencia, lo que explica su adopción simbólica en España vía influencias externas.

– Normativa: La reforma del escudo nacional en 1938 y 1945 consagró la estructura del águila, yugo y flechas, sin protagonismo vegetal específico. Esto indica que los motivos vegetales no eran prioritarios en la estética oficial estatal sino que emergieron más por prácticas secundarias (condecoraciones, unidades) que por la iconografía oficial central.

IV. Discusión: continuidad, préstamos y límites

No puede hablarse de una sustitución mecánica del laurel por el roble. El laurel permanece en el vocabulario simbólico y visual español (laureadas, orlas con laurel, etc.). La normalización del roble en el franquismo procede principalmente de la vía militar/transferencia germánica y de la cultura de los cuarteles, no tanto del cambio iconográfico del estado de manera directa. Aun así, los casos testigo analizados permiten afirmar que existe una tendencia hacia una mayor visibilidad del motivo del roble en el periodo franquista frente a la prevalencia del laurel en el periodo alfonsino.

Conclusiones: En el periodo de Alfonso XIII se consolida un paisaje visual laureado: laurel como orla/corona, “laureada” como término de prestigio y soporte de composición para medallas y placas. En el franquismo, aunque el escudo estatal no incorpora vegetalismo prominente, el roble adquiere visibilidad y prestigio en el ámbito militar por influencia germánica y cultura de recompensas y distintivos. El desplazamiento del laurel al roble debe entenderse como un reajuste semántico y de redes de influencia más que como una sustitución categórica. En definitiva, la evolución vegetal en la iconografía de las insignias del Estado español funciona como micro-epistemología de sus cambios simbólicos: del clasicismo laureado al modernismo castrense del roble.

Fuentes: normativa del escudo nacional 1938/1945; catálogos de medallas españolas bajo Alfonso XIII; estudios sobre la División Azul y condecoraciones alemanas con hojas de roble; heráldica del laurel y del roble en Europa.

INSIGNIAS DE ALFONSO XIII QUE SIRVIERON DE INSPIRACIÓN POSTERIOR.

ALFONSO XIII. INSIGNIA DE INTENDENCIA.

ALFONSO XIII. CUERPO JURÍDICO ALFONSO XIII Y GUERRA CIVIL. ( Foto superior)

ALFONSO XIII. INSIGNIA DE MÚSICO MILITAR. ( foto superior )

ALFONSO XIII. INSIGNIA INTENDENCIA. ( Foto Superior)

ALFONSO XIII. INSIGNIA ESTADO MAYOR.

RELOJ CONMEMORATIVO FABRICADO PARA OBSEQUIAR A UN MIEMBRO DE LA GUARDIA DE HONOR, POR LOS SERVICIOS PRESTADOS.

El reloj de la Guardia de Honor: símbolo de fidelidad y distinción en la España de 1939.

En el año 1939, recién concluida la Guerra Civil, España se hallaba en una situación de reconstrucción material y moral. La victoria del bando nacional había dado lugar a la instauración del nuevo Estado, encabezado por el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, Su Excelencia el Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde. En torno a su figura se organizó una compleja estructura ceremonial y militar: la Casa Militar del Jefe del Estado, dentro de la cual la Guardia de Honor desempeñaba un papel de máximo prestigio.

Un reconocimiento a la lealtad y al servicio.

Recibir en aquellos años un obsequio oficial, y más aún un reloj de bolsillo, constituía un honor reservado a muy pocos. El reloj era, además de un objeto de lujo, un símbolo de confianza y de recompensa por la lealtad demostrada hacia el nuevo régimen. En el contexto de 1939, la entrega de un reloj con las iniciales “G.H.” o el emblema de la Guardia de Honor equivalía a una condecoración no reglada, pero cargada de sentido político y simbólico.

Los miembros de la Guardia de Honor, encargados de rendir honores al Jefe del Estado, escoltarle en actos oficiales y custodiar sus residencias, se consideraban la élite del nuevo Ejército vencedor. Su servicio no se limitaba al ámbito militar: representaban la disciplina, el orden y la fidelidad absoluta al Caudillo. Por ello, un obsequio personal con el emblema del cuerpo suponía un reconocimiento a su conducta ejemplar, su servicio directo y su devoción al ideal del Movimiento Nacional.

El valor de un reloj en la España de posguerra

En 1939, la mayor parte de la población española carecía de bienes básicos, y los relojes ya fueran de pulsera o de bolsillo pues eran artículos de importación escasos y costosos. Tras tres años de guerra, la economía se hallaba devastada: muchas fábricas estaban destruidas, el comercio exterior interrumpido y el abastecimiento de productos metálicos limitado por las restricciones internacionales.

En ese contexto, un reloj de bolsillo era algo más que un objeto útil: era un símbolo de estatus y distinción. Los relojes eran en su mayoría suizos o alemanes, y su importación se reservaba a personalidades de relevancia política, mandos del Ejército y altos funcionarios. Que un miembro de la Guardia de Honor recibiera uno, grabado con las iniciales y el escudo del cuerpo, equivalía a ser reconocido como parte del círculo más cercano al Jefe del Estado.

Un emblema reservado a muy pocos

Las insignias de la Guardia de Honor también eran de gran rareza. La institución, formalmente establecida dentro de la Casa Militar por el Decreto de 5 de septiembre de 1939 (BOE nº 253, Jefatura del Estado), contaba con un número muy reducido de efectivos. Cada distintivo ya fuera una medalla, una insignia metálica o una simple placa grabada se elaboraba en talleres artesanales militares o en fábricas especializadas bajo control estatal.

El emblema de la Guardia de Honor, inspirado en los símbolos del Estado franquista  el águila de San Juan, el yugo y las flechas, y las armas nacionales o bien la de G de H , se reproducía en pequeñas series. Su uso estaba restringido exclusivamente a los miembros de la unidad, por lo que cualquier pieza conservada hoy resulta excepcionalmente escasa y valiosa desde el punto de vista histórico y coleccionista.

Un testimonio de tiempo, lealtad y poder

El reloj de bolsillo entregado a un miembro de la Guardia de Honor en 1939 puede interpretarse, por tanto, como un testimonio de tres valores: el tiempo, la fidelidad y el poder. El tiempo simbolizaba el inicio de una nueva era el llamado “Año de la Victoria”; la fidelidad representaba la entrega personal al servicio del Caudillo; y el poder se reflejaba en la exclusividad del objeto, inaccesible para la mayoría de la población.

En la España empobrecida y disciplinada de la posguerra, donde la relojería era un lujo y las insignias militares eran emblemas de legitimidad, un reloj con las iniciales de la Guardia de Honor era mucho más que un regalo: era un signo tangible de pertenencia al círculo íntimo del nuevo Estado, una distinción reservada a quienes habían encarnado la lealtad y la victoria.

FOTOGRAFÍAS O IMÁGENES  HISTÓRICAS DE LA ÉPOCA  EN LA QUE SE UTILIZABA ESTE RELOJ:

El calibre de este reloj es redondo a puentes.

Los relojes de bolsillo abarcan una amplia gama de calibres, desde los más antiguos como el catalino el semicatalino a los básicos como el calibre Roskopf, hasta los más avanzados como el calibre tourbillon. Cada uno de estos calibres refleja diferentes enfoques para la medición del tiempo, adaptados a las necesidades tecnológicas, económicas y sociales de su época.

En relojería, el término calibre hace referencia al diseño o tipo de movimiento interno de un reloj, incluidas las dimensiones, disposición y componentes del mecanismo. En el caso de los relojes de bolsillo, hubo una amplia variedad de calibres desarrollados a lo largo de los siglos XIX y principios del XX, adaptados a distintas necesidades y estilos.

TIPO DE ESCAPE DEL RELOJ:

El escape de este reloj es  a cilindro .

En la relojería mecánica, el escape es el órgano encargado de regular la transmisión de energía desde el tren de rodaje hacia el volante y la espiral. Su misión es doble: por un lado, mantener la oscilación del órgano regulador mediante impulsos periódicos, y por otro, dividir de forma precisa el tiempo en fracciones iguales, que serán indicadas por las agujas. En los relojes de bolsillo, desde el siglo XVI hasta comienzos del XX, se desarrolló una gran variedad de escapes, cada uno con características propias que marcaron la evolución técnica hacia la relojería moderna.

El escape catalino (verge fusee escapement)

Es el más antiguo de todos los empleados en relojería portátil. Introducido en el siglo XVI, consta de un eje vertical denominado Verge fusee con dos paletas que engranan directamente con la rueda de escape en forma de corona, llamada catalina. Su principal ventaja es la simplicidad, pero adolece de ser muy ineficiente, con gran fricción, alto desgaste y una amplitud reducida del volante. Siempre se combina con la cuerda-fusée o cadenita necesaria para compensar la irregularidad del muelle real. Su sonido fuerte y característico delata este tipo de mecanismo.

El escape semicatalino

Llamado así porque conserva la estética de los relojes catalinos pero con un mecanismo completamente distinto, aparece en el siglo XIX como transición hacia la relojería moderna. En lugar del primitivo sistema de Verge Fusee, emplea un escape de áncora, mucho más preciso y duradero. A menudo se confunden con los catalinos, pero se distinguen porque su escape no es vertical y porque suelen carecer de fusée, trabajando directamente con el barrilete. En la práctica, el semicatalino marca el paso del reloj antiguo al moderno, al unir una caja de estilo tradicional con una mecánica evolucionada.

El escape Duplex 

este escape constituye uno de los desarrollos más interesantes en la historia de la relojería de bolsillo del siglo XVIII y XIX, al representar un punto de transición entre los escapes de rueda de corona y los más evolucionados de áncora. Su nombre proviene del diseño de su rueda de escape, que posee dos series de dientes dispuestas en niveles distintos, una superior y otra inferior, responsables respectivamente del impulso y del bloqueo.

En esencia, el Duplex es un escape directo, pues transmite la energía del tren de engranajes al volante sin intermediarios como paletas o áncora. Su funcionamiento puede describirse del modo siguiente: la rueda de escape gira impulsada por el muelle real, y en su eje se encuentra un pasador o piedra de impulso montado en el eje del volante. Cuando este oscila, dicho pasador se acopla momentáneamente con uno de los dientes largos de la rueda de escape, recibiendo de él el impulso que mantiene su oscilación. Una vez transmitida la energía, un diente corto de la misma rueda entra en contacto con la superficie de bloqueo o disco del eje, deteniendo el movimiento hasta el siguiente paso del volante.

 Este juego alterno de impulso y bloqueo, logrado mediante dos coronas de dientes, confiere al sistema una regularidad notable siempre que las proporciones sean exactas. El escape Duplex ofrece un rendimiento muy eficiente en términos de fricción, ya que reduce el número de puntos de contacto y elimina las pérdidas que generan las paletas del áncora. Sin embargo, su principal debilidad reside en su extrema sensibilidad: una leve variación en la altura de los dientes, en la posición del pasador o en la geometría del disco de bloqueo puede alterar su marcha o incluso detener el reloj. Por esta razón, aunque alcanzó un grado de precisión muy respetable en su tiempo y fue empleado por diversos relojeros europeos, su ajuste requería una pericia considerable y su mantenimiento resultaba complejo. Además, al no permitir cuerda en ambos sentidos ni incorporar sistemas antichoque, el Duplex era poco adecuado para relojes de uso cotidiano. Con el avance del siglo XIX y la consolidación del escape de áncora suizo, más robusto y fácil de regular, el Duplex cayó en desuso, permaneciendo hoy como una pieza de interés histórico y técnico. Su diseño, elegante en su simplicidad, resume el espíritu de una época en que la relojería buscaba conjugar precisión científica y refinamiento mecánico.

El escape de cilindro

Introducido por Thomas Tompion y perfeccionado por George Graham a principios del siglo XVIII, fue uno de los más difundidos en relojes de bolsillo de los siglos XVIII y XIX. Su principio se basa en un cilindro hueco en cuyo interior engrana la rueda de escape. El impulso se transmite con menor fricción que en el catalino, y permite relojes más planos y precisos, aunque el desgaste de las superficies de contacto limitaba su durabilidad.

El escape de espiga o de clavijas (pin lever escapement)

Popularizado en relojería económica del siglo XIX, consiste en una rueda de escape que impulsa pequeñas clavijas en lugar de paletas de rubí. Se trataba de una solución barata, de fabricación sencilla, pero menos precisa y duradera que los escapes de áncora.

El escape de detente o de cronómetro (detent escapement)

Empleado principalmente en cronómetros marinos y en algunos relojes de bolsillo de alta precisión. Se caracteriza por su transmisión directa del impulso al volante, con una sola dirección de acción. Su ventaja es la altísima precisión y la ausencia de fricciones innecesarias; su desventaja, la fragilidad, pues un golpe o sacudida puede detener la marcha.

El escape de áncora inglés y el áncora suizo

El escape de áncora, inventado en Inglaterra a finales del siglo XVII, introdujo la idea de una palanca intermedia (el áncora) que transmite el impulso desde la rueda de escape al volante. El escape de áncora suizo, perfeccionado en el siglo XIX, se convirtió en el estándar de la relojería moderna. Su principal virtud es la combinación de fiabilidad, eficiencia y facilidad de ajuste.

Otros escapes menos comunes

En el campo experimental o de alta relojería aparecieron también el escape duplex (de doble impulso, desarrollado en el siglo XVIII), el escape de rueda de encuentro (muy temprano, precursor del catalino), o el escape de palanca con clavijas. Estos sistemas tuvieron difusión limitada pero forman parte de la historia técnica de los relojes de bolsillo.

TIPO DE VOLANTE DEL RELOJ:

El volante de este reloj es anular plano.

Dentro de la maquinaria de un reloj mecánico, el órgano regulador tiene por objeto transformar la energía suministrada por el tren de rodaje en oscilaciones periódicas que gobiernan el avance de las agujas. En este contexto, el volante constituye el elemento oscilador por excelencia. El volante anular, definido por su geometría de aro cerrado, se caracteriza por un reparto homogéneo de la masa en torno al eje de oscilación, lo que genera un elevado momento de inercia. Esta propiedad asegura una mayor estabilidad isócrona frente a perturbaciones menores, aunque a costa de requerir mayor aporte energético desde el escape.

El volante anular macizo fue empleado ya en los relojes portátiles del siglo XVII y se consolidó como estándar en la relojería de bolsillo de los siglos XVIII y XIX. Su principal limitación técnica radicaba en la sensibilidad térmica: la dilatación del metal alteraba el diámetro efectivo y, por ende, la frecuencia. Para corregir esta deficiencia, Abraham-Louis Breguet introdujo a finales del siglo XVIII el volante bimetálico cortado, cuyo aro, formado por láminas de acero y latón, incorporaba ranuras de dilatación que permitían una compensación dinámica frente a la variación de temperatura. Este avance fue clave en el desarrollo de los cronómetros marinos y estableció un estándar técnico que se mantuvo hasta el siglo XX.

En paralelo, la búsqueda de precisión condujo a la implementación de volantes con tornillos de regulación. Estos incorporaban en la periferia pequeños tornillos de latón, oro o platino que permitían variar el momento de inercia y equilibrar dinámicamente el oscilador. Charles Édouard Guillaume, premio Nobel de Física en 1920, desarrolló una aleación de hierro y níquel conocida como Invar que revolucionó la relojería al ofrecer una elasticidad prácticamente invariable frente a la temperatura. Con la introducción de estas aleaciones, la necesidad del volante cortado desapareció, dando paso a volantes anulares macizos con comportamiento térmico estable.

En la relojería contemporánea, firmas como Rolex,Patek Philippe, Audemars Piguet, Vacheron Constantin, A. Lange & Söhne, Jaeger-LeCoultre, Breguet, F.P. Journe, Cartier entre otras perfeccionaron el concepto del volante anular mediante sistemas de inercia variable. Rolex patentó su volante Microstella (patente suiza CH 356.934, de 1961), con microtornillos interiores que permiten ajustar la inercia sin alterar la masa global. Patek Philippe, por su parte, desarrolló el sistema Gyromax en 1951, en el que pequeñas masas pivotantes dispuestas radialmente permiten una regulación extremadamente precisa y aerodinámicamente más eficiente. Estos sistemas eliminaron la necesidad de raquetas de ajuste y se consolidaron como referentes en la alta relojería suiza.

La evolución reciente ha incorporado nuevos materiales y arquitecturas. El empleo de silicio monocristalino, introducido en relojería a principios del siglo XXI (Ulysse Nardin, 2001; Patek Philippe, 2005), ha permitido diseñar volantes ultraligeros, antimagnéticos y con coeficientes de dilatación prácticamente nulos. Asimismo, algunos fabricantes han explorado volantes esqueletados o con geometrías complejas optimizadas mediante simulaciones computacionales para minimizar la resistencia aerodinámica y mejorar la eficiencia energética.

En conclusión, el volante anular representa no sólo la pieza central del órgano regulador, sino también un testimonio histórico de la constante búsqueda de la isocronía. Desde el volante macizo del siglo XVII hasta los actuales volantes de silicio con inercia variable, su evolución refleja un diálogo entre tradición artesanal, innovación metalúrgica y desarrollo científico que ha definido el progreso de la relojería de precisión.

HISTORIA DE LA RELOJERÍA DE BOLSILLO EN EL MUNDO:

La historia de la relojería de bolsillo constituye un relato fascinante de innovación, arte y técnica, que se desarrolla a lo largo de varios siglos y atraviesa distintos países y tradiciones culturales. Sus orígenes se sitúan en la Europa del siglo XVI, cuando los primeros relojes portátiles comenzaron a aparecer en Alemania e Italia. En Nuremberg, Peter Henlein desarrolló en torno a 1510 los primeros relojes de bolsillo, conocidos como Nürnberger Eier por su forma ovoide, combinando muelles de cuerda con engranajes rudimentarios. Paralelamente, en Italia se produjeron piezas de carácter artesanal, a menudo como objetos de lujo para la nobleza, donde la decoración superaba la precisión mecánica, utilizando cajas de oro y esmaltes pintados.

Durante el siglo XVII, Francia e Inglaterra se consolidaron como centros fundamentales de la relojería de bolsillo. En Francia, los talleres parisinos desarrollaron complicaciones como repeticiones de cuartos y calendarios, mientras que la escuela inglesa, representada por relojeros como Thomas Tompion y George Graham, perfeccionó los escapes de reloj y los sistemas de compensación de temperatura, con avances decisivos en la precisión cronométrica. La implantación del escape de áncora inglés en 1675 permitió la fabricación de relojes de bolsillo más fiables y duraderos, estableciendo un estándar de excelencia que influiría en toda Europa.

Suiza se convirtió en el siglo XVIII en el epicentro de la relojería de lujo y precisión. Ciudades como Ginebra, La Chaux-de-Fonds y Le Locle consolidaron talleres que combinaban técnicas francesas, inglesas y propias. Se destacaron por la miniaturización, los acabados de alta calidad, la introducción de escapes innovadores como el Duplex y el cilindro, y la producción de complicaciones complejas, incluyendo cronógrafos, repetición de minutos y calendarios perpetuos. La relojería suiza se orientó tanto al mercado europeo como al americano, donde la demanda de relojes portátiles precisos creció durante la expansión industrial.

En Alemania, Sajonia, especialmente la región de Glashütte, desarrolló un estilo propio a partir del siglo XIX, con énfasis en la precisión técnica y la excelencia mecánica. Relojeros como A. Lange & Söhne crearon calibres con acabados de alta calidad, platinas decoradas y sistemas de regulación innovadores, que rivalizaban con los mejores relojes suizos, aportando además un carácter distintivo a la relojería alemana.

En Inglaterra, el siglo XVIII y XIX fue la época dorada de la relojería de precisión con los relojes de bolsillo de alta precisión destinados a la navegación y la cronometría. John Harrison desarrolló los famosos cronómetros marinos que resolvieron el problema de la longitud, mientras que otros fabricantes perfeccionaban escapes y ruedas de volante con balances de compensación térmica, consolidando a Inglaterra como referente en relojería científica y de precisión.

Italia, aunque menos influyente en la producción industrial, mantuvo una tradición artesanal de relojería de lujo, con relojes de bolsillo decorativos y complicados, destinados a la aristocracia y al coleccionismo, combinando esmaltes, piedras preciosas y grabados finos.

En Estados Unidos, la relojería de bolsillo se industrializó en el siglo XIX, con empresas como Waltham Watch Company y Elgin National Watch Company, que desarrollaron producción en serie de relojes precisos y asequibles. El modelo estadounidense se caracterizó por la estandarización de piezas y la robustez, lo que permitió la expansión del reloj de bolsillo entre la clase media y los ferrocarriles, donde la precisión era esencial para la seguridad.

Rusia también tuvo un papel destacado, especialmente durante el siglo XIX y principios del XX, con talleres como los de Peterhof y las manufacturas de San Petersburgo, que produjeron relojes de lujo e incorporaron influencias suizas en escapes y decoración, abasteciendo a la nobleza imperial y al mercado europeo.

Japón y China, aunque inicialmente adoptaron la relojería europea a través del comercio, comenzaron a producir relojes de bolsillo de manera local desde finales del siglo XIX y principios del XX. En Japón, compañías como Seikosha iniciaron la manufactura de relojes inspirados en modelos suizos y americanos, adaptando tecnologías importadas y formando las bases de la relojería moderna japonesa.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, la relojería de bolsillo se consolidó como un fenómeno global, en el que Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Italia y Rusia desempeñaron papeles decisivos, mientras que Japón y China adoptaron progresivamente estas técnicas para su industria emergente. Cada país aportó innovaciones únicas: escapes, compensaciones, complicaciones y acabados decorativos, que reflejan tanto las exigencias funcionales como la sensibilidad estética de sus respectivas culturas. La relojería de bolsillo, en definitiva, no solo fue un instrumento de medida del tiempo, sino un objeto artístico y tecnológico que permitió el desarrollo de estándares de precisión y manufactura que sentaron las bases de la relojería contemporánea en todo el mundo.

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Maigne, M.. Nouveau manuel complet de dorure et argenture sur métaux au Feu, au Trempé, à la Feuille, au Pinceau, au Pouce et par la Méthode électro-métallurgique : suivi de l’application à l’horlogerie de la dorure et de l’argenture galvaniques de la coloration des métaux par les oxydes métalliques et l’électricité…. París: Librairie encyclopédique de Roret, 1880. 

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