Reloj de bolsillo de dama de la marca REUGE STE-CROIX, Patent.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 1001 JDBC.

Circa 1955, siglo XX.

Reloj inusual de bolsillo rectangular con caja a profusos grabados lineales curvos superpuestos con caja totalmente sobredorada con distintos mecanismos posteriores.

El reloj, el cual está engastado en el extremo superior derecho de reducidas dimensiones, es en metal dorado con la marca en la esfera, en esmalte negro: REUGE,17 jewels Incabloc, Swiss.

La numeración es a Baguette y la agujas en latón dorado.

Del colgante de la caja cuelga una cadena a eslabones con una medallita con la letra “A” grabada.

La Empresa de CHARLES REUGE fue fundada en 1865 cuando realizó su primer reloj de bolsillo musical en su tienda de Sainte-Croix, Suiza.

En 1886 su hijo Albert Reuge abrió un taller de cajas musicales también en la ciudad de Sainte-Croix, que rápidamente se convierte en una pequeña fábrica de piezas musicales. Estos instrumentos mecánicos musicales tuvieron una gran aceptación y se incluyeron en los más diversos artículos, como joyeros, polveras, encendedores, autómatas, etc… Estuvo presente en distintas Exposiciones Universales como Paris (1867), Filadelfia (1876) y Amberes (1885).

En 1930 y durante más de 60 años fue dirigida por Guido Reuge y a él se le debe la última fábrica construida por la marca también en la misma ciudad.

En 1960 se dio un gran paso hacia la diversificación: Reuge decidió trabajar sin descanso para revivir un viejo proyecto y se hizo cargo de la fabricación y comercialización de los pájaros cantores mecánicos de la empresa Bontems en París en 1960 y en Eschle en 1977.

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).