Reloj de bolsillo de dama de la marca A. Faurax, nº 54.581, Bocquin a Chambery, Francia.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 1.194 JDBC

DATACIÓN HISTÓRICA: Siglo XIX, circa 1.875

Reloj de bolsillo de dama, con sistema de cuerda y cambio horario a llave, construido con caja en plata de ley, estilo lepine, en el que su tapa posterior se ha grabado profusamente una serie de detalles con motivos vegetales y escudo central para las iniciales.

El sistema de cuerda y sistema de cambio horarios es a través de la placa de características en la que  se ha grabado el número de serie: 54.581, el nombre del maestro relojero Bocquin y la ciudad francesa de producción Chambery, comuna francesa situada en la Saboya. Se fundó en el s. XVIII, cuando Amadeo de Saboya se instaló.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración romana en esmalte negro y agujas estilo Luis XVI.

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes.

“Francia ha sido una de las naciones en que más arraigo ha tenido la relojería desde sus comienzos. Los talleres de Lyon y Blois, que antecedieron a París, han producido innumerables obras de la época del Renacimiento, que en nada desmerecen a las salidas de Augsburgo o Nuremberg. Desde el péndulo, la relojería adquiere en Francia un nuevo desarrollo, siendo ya París el centro productor desde donde se extiende el arte a toda Europa.

La nómina de sus relojeros eminentes es larguísima: Lepine , Le Roy, Robin, Janvier, y se remata con la incorporación de los suizos Berthoud y Breguet. Entendemos que se deben distinguir dos aspectos bien separados en esta relojería: las obras de autor, únicas o realizadas en cortas series, y la producción basada en la máquina París, que supuso la concentración de manufacturas y fábricas y la intervención de diversos artistas para la presentación de la caja, lo que permitió una total separación del trabajo y dio el máximo prestigio y difusión a la relojería francesa.

Por otra parte, la máquina París incorporó también complicaciones como calendario, fases de luna, segundero central, y se combinó muchas veces con equipos de órgano musical.

La relojería de uso personal tuvo asimismo gran auge; hasta su paulatino desplazamiento a Ginebra y Suiza. No olvidemos también la dilatada y vasta producción peculiar de la región de Franco Condado, que ha provisto de este género de relojes (a pesas y muelle) a toda Europa durante más de 200 años”.

(Texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria).