Reloj cronómetro para médico estilo lepine en plata de ley.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº: 095 JDBC

 

 

Siglo XIX, circa 1865.

 

Reloj de bolsillo producido por un maestro relojero suizo para el sector médico con caja lepine en plata de ley. No tiene tapa anterior y la anilla de suspensión y el colgante se sitúan a las XII horas.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración romana en esmalte negro y resto de indicadores en numeración arábiga. Dispone de indicador central en pelo negro. Las agujas son H.R. Spade Min. Whip en latón dorado.

Dispone de dos bocallaves en la placa de características: una para el sistema de cuerda y otra para el cambio horario.

En la maquinaria, realizada en metal plateado, se ha grabado “Swiss made”.

Este cronógrafo era utilizado en 1865 por los médicos de la época que al accionar el pulsador lateral, situado en la carrura entre las XII y las II, paraban el mecanismo del reloj para hacer los cálculos necesarios y poder conocer el pulso del paciente.

 

El cronógrafo es un instrumento técnico utilizado para contar el tiempo independientemente de que indique la hora o no, pues se realizan con reloj y sin reloj incorporado. Están dotados de una gran aguja denominada pelo que se activa a petición y después de su utilización regresa al punto de partida también a petición después de darnos la información que hemos querido obtener en relación al tiempo transcurrido. A los cronógrafos dotados de dos grandes agujas se les denomina retrapantes; reloj que sirve para poder medir dos fracciones pequeñas de tiempo, hacer descuentos de tiempos así como otras aplicaciones  cronométricas en base a su maquinaria y que esto se verá en los indicadores de la esfera, dotados de las correspondientes pequeñas agujas en sus subesferas.

(Fuente: Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería, Dr. José Daniel Barquero)

 

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

  

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

 Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

 

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).