Reloj Catalino provisto de chichonera y caja en plata de ley del maestro relojero FRERES VEIGNEUR, quien tiene interesantes piezas expuestas en distintos museos de relojería.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 154 JDBC

 

 

 

 

Siglo XVIII, circa del año 1770

 

FRERES VEIGNEUR fue un importante maestro relojero afincado en Suiza y muy reconocido por su calidad, variedad y diseño en la producción de autómatas, relojes autómatas y otros relojes de compleja realización. Su producción máxima fue entre 1770 y 1800 y sus obras están en algunos museos como, por ejemplo, el Decimal Wath Gelis Collection, la famosa Dennison Collection y el MIARB, entre otros. Veigneur aparece catalogado entre otros como importante maestro en el Diccionario de relojeros del mundo , de G.H Baillie.

El reloj es en plata de ley y está provisto de caja chichonera, realizada en el mismo material que protege la caja, profusamente grabada con un motivo arquitectónico acompañado de jardines y aves en su tapa posterior.

La caja es en plata de ley lisa y del mismo material es la chichonera, la cual está grabada profusamente con dibujo arquitectónico de una gran calidad y trazo, representando una escena de dos palomos en un jardín interior de un claustro. Así mismo, dispone en el lateral de una pestaña que realza la belleza y permite más fácilmente la apertura y sujeción del reloj.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo; la numeración horaria es romana, rodeada de la numeración arábiga, que indica los minutos, ambas en esmalte negro. Debajo de la indicación de las XII aparece la firma original Freres Veigneur y sobre la indicación de las VI “a Genève”, ambas en esmalte negro. Las agujas son en latón dorado, Cross Bar Diamond.

La máquina es en latón dorado donde se aprecia la presencia del coqueret que permite una aproximación bastante precisa sobre la fecha de construcción del reloj, pues empieza a producirse hacia 1735, en forma de un signo de admiración, y a partir de 1750 evolucionó hacia la forma circular, como en este caso, la cual está profusamente decorada con motivos vegetales. En el centro vemos un rubí antifricción rojo perforado. El sistema de cuerda es a llave, y la que se conserva con el reloj es la original, en plata de ley. En la pletina, aparece profusamente grabado FRERES VEIGNEUR à Genève.

El regulador es un disco de plata con numeración arábiga en esmalte negro del 1 al 4. En la máquina está grabado: Freres Veigneur, a Geneve; número de serie de producción 7.244.

 

Es la rueda encuentro en el sistema de escape de paletas que forman entre sí un ángulo de 90º. Esta rueda dispone de 13 o 15 dientecillos, siempre impares, que se deslizan contra las dos paletas del regulador desarrollando cada diente dos vibraciones: una cuando despide el volante y otra cuando el volante es traído nuevamente por el espiral.

 

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)