CARLOS III PROHIBIÓ OBLIGAR A LOS POBRES Y LOS ARTISTAS A SER RELOJEROS

Carlos III prohibió obligar a los pobres y artistas a ser relojeros.

La época del Rey de España Carlos III (1716-1788) es recordada en los libros de historia por su reforma agraria, minera, industrial y comercial, transformando el inicio de la modernidad y la transformación de Madrid. Siendo el primer monarca en España en ocupar el Palacio Real de Madrid en 1764, además marcó las primeras señas de identidad de nuestro país. Fue capaz de impulsar las redes de comunicación construyendo aproximadamente 2000 kilómetros de carreteras y 650 puentes.

Monarca con el que nacieron insignes instituciones como el Banco de España y las Reales Academias de Jurisprudencia aumentando las existentes y potenciando las escuelas de oficios destacando entre otras las las que hoy nos ocupan como las de relojería, autorizando además a dichas escuelas a disponer de fábrica con manufactura propia y en consecuencia dar más realce a la profesión de relojero en nuestro país.

En el año 1771 el día 28 de noviembre S.M. El Rey Carlos III aprobó en base a un Real Decreto las ordenanzas necesarias por las que se aprobaba la creación en España de la primera Escuela de relojería situada en la ciudad de Madrid. Sin menoscabo de que España ya se contaba con una gran tradición relojera desde el Reinado de Felipe II quien ya por aquella época disponía de una de las colecciones de relojes más representativas y avanzadas del mundo, así como de insignes relojeros que trabajaban para mantener esa gran colección. Otro claro ejemplo de tradición española en cuanto a relojería se refiere es la impulsada por Felipe V (1683-1746) la denominada Escuela de San Bernardino fundada en 1740 y dirigida por Jean Bernard Burgeois la cual estaba situada en la madrileña calle de San Bernardino. Saliendo de esa escuela insignes relojeros con méritos suficientes para opositar a relojero de Cámara.

La nueva escuela y fábrica de relojería durante el mandato de Carlos III, tuvo como directores a los insignes hermanos y maestros relojeros Don Felipe Charost y Don Pedro Charost, quienes eran dignos merecedores y aspirantes a obtener el preciado título de Relojero Real. Mientras y coetáneamente en la misma ciudad de Madrid el auge relojero era tal que el maestro relojero Don Manuel Gutierrez intentó obtener el preciado permiso de la creación de una segunda escuela oficial relojera sin finalmente obtenerlo. Pero finalmente la iglesia es quien solicita en esta ocasión la creación de otra escuela y fábrica relojera a través del presbítero y relojero español Don Vicente Xión, con gran currículum relojero pues además era discípulo del relojero sevillano Don Manuel de Rivas y del relojero suizo Don Abraham Mattey a quien finalmente se le otorga dicho permiso, siendo esta la segunda escuela y fábrica oficial en Madrid situada en la calle Fuencarral y dirigida por Xión.

Pronto ambas escuelas relojeras autorizadas inician su andadura, pero el motivo de este artículo se centra en la de los hermanos Charost, quienes ven en los comerciantes de fornituras y relojes una gran competencia, calificada por los mismos de desleal. Para tal afirmación centraban sus hipótesis en que dichos comerciantes compraban fornituras y relojes en el extranjero principalmente en Francia e Inglaterra y las comercializaban en España, no pudiendo competir, por no tener suficiente mano de obra especializada. A tal efecto prepararon una memoria que contenía una importante propuesta con la que pretendían arreglar el sector. La misma se leería el 20 de Julio de 1782 y estaba dirigida a SM el Rey de España Carlos III, en la que a lo largo de algo más de 10 páginas y en castellano antiguo pretendían proponer al Rey que a los mercaderes se les prohibiera la venta de fornitura suelta, ya que ni entienden ni saben utilizarlas ni de su calidad ni de su contenido. Así como la prohibición también a los mismos de la venta de relojes vistosos que albergan maquinarias mediocres, produciendo una competencia desleal a la relojería española, ya que las manufacturas extranjeras estas ya han amortizado su manufactura y aparatos y, en consecuencia, pueden comercializarlos a mejores precios.

En consecuencia, los hermanos Charost sugerían que a los necesitados de oficio, artistas y desheredados en general se les obligase a ser relojeros, pues así ya no serán holgazanes, además de ser más económico para las manufacturas al disponer de más mano de obra y, en consecuencia, ser más rentables.

El mismo estudio contiene un informe en el que explica que en España existe una gran escasez de relojeros, siendo la situación preocupante y nada esperanzadora en el sector.

La respuesta a los hermanos Charost no se hace esperar y cinco meses después, el 7 de diciembre de 1782, obtienen respuesta por parte de los Señores Lorenzo Isarri, presbítero, y Jorge Olmeda y León, denegando la propuesta: «Los hermanos Charost, a quienes apenas conocemos y siendo los directores de la Real Escuela de Relojería, presentan una memoria a la nación. La vulgar, necia y vituperada tradición de mirar a los artistas como gentes precarias y miserables hizo que, además, se les dijese que ser relojero sería sinónimo de ser pobre o bien holgazán. No podemos permitir que se asocie artesano a relojero pobre. Denegándoles pues su propuesta de reconducir pobres a relojeros.»

 

 

Jose Daniel Barquero para el Miarb Museo Internacional de Alta Relojeria de Bolsillo.