Reloj inusual esqueleto de la marca L ROSE.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 168 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1890.

Reloj de bolsillo esqueleto en su anverso y reverso, lo que lo hace más inusual ya que muchos relojes esqueleto lo son sólo por una cara del reloj. Caja en cristal biselado en sus dos caras. Carrura en níquel y cromo con pulsador para cambio horario entre las XI y las XII. El esqueleto de este reloj incluso permite ver el muelle real del barrilete.

El segundero está a las VI. La numeración romana está exquisitamente encastada en la maquinaria, la cual ha sido realizada en latón dorado.

El reloj esqueleto es un reloj de sobremesa o bolsillo en el que la máquina se ha dispuesto intencionalmente visible. El modelo nació en Francia, hacia 1750, con Luis XVI, de la mano de los grandes maestros relojeros, como Berthoud, Le Roy, Lépine y Lepaute, período en el que se realizaron magníficos reguladores de sobremesa. En Gran Bretaña, el modelo fue preferido por los oficiales relojeros que pretendían el grado de maestría, para sus ejercicios, por cuanto eliminaba la caja y permitía concentrar la atención en el movimiento. De todos modos, existen incluso cajas con máquinas esqueleto simuladas, puesto que se han reemplazado por sólidos y artísticos frontales en forma de iglesias góticas y hasta de catedrales, totalmente caladas.

Se hicieron en serie desde 1820 a 1914. La exposición de Londres de 1851 los popularizó en alto grado. En un catálogo de 1865 se anunciaban desde L 2.10s. hasta 10 y 12 Ls., con sonería de horas en campana o gong. (Es sabido que estos relojes sólo dan un toque por hora).

Es de reseñar que en España se han producido, entre 1970 y 1975, varios modelos de este género, que han tenido gran aceptación incluso en el extranjero.

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica.

 

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

 

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).