Reloj estilo lepine de manufactura ROSKOPF PATENT, 1ª, Suiza.

Catalogación Referencia: MIARB Nº 1070 JDBC

Siglo XIX, circa 1875.

Reloj de bolsillo estilo lepine, con caja en níquel y cromo.

Esfera en esmalte blanco sobre cobre convexo con numeración arábiga en esmalte oro, montada sobre cartucho redondo dotado de grabado Guilloche y esmaltado en color verde. Agujas estilo Luís XVI en latón dorado. La marca, “GRE ROSKOPF PATENT 1ª” está situada a las XII horas en esmalte negro.

El sistema de cuerda es por la corona y el cambio horario a pulsador.

En cuanto al maestro y empresario relojero Georges-Fréderic Roskopf nació en Alemania en el año 1813 y falleció en Suiza en el año 1889, siendo reconocido mundialmente como el que consiguió que la clase trabajadora pudiese adquirir relojes de bolsillo de calidad a precio asequible.

Sus inicios profesionales se remontan a 1829, a la edad 16 años, en La Chaux de Fonds, donde ya es un destacado comerciante y trabaja centrado en la especialidad de piezas de metal, ferretería y fornitura de relojes. En 1833 decidió iniciarse en el mundo de la producción de relojes como aprendiz y colaborador de J. Biber. Su espíritu emprendedor hizo que no tardara en establecerse con su propio negocio, centrado en la compra de movimientos relojeros y demás piezas relacionadas con el mundo de la relojería (como por ejemplo: cajas, esferas, agujas, coronas, anillas de suspensión, etc.) para montar sus propios relojes.

El hecho de estar en un sector en constante desarrollo y crecimiento, hizo que internacionalizara su negocio, creando relojes de elegante diseño de manufactura propia y los exportara a Europa y Norte América desde Suiza.

Su crecimiento fue tan importante que el ansia de prosperar hizo que no prestara suficiente atención a algunos departamentos de su negocio y éstos no fueran muy rentables, por lo que al recibir una oferta importante, decidió vender su empresa. No obstante, su pasión por la relojería hizo que siguiera fabricando relojes como Director asociado en la manufactura B. J. Guttman Frères de Wruzburg.

En 1855, Georges F. Roskopf abrió un nuevo negocio con su hijo, Fritz Edouard Roskopf, y Henri Gindrauz que denominarían Roskopf, Gindraux and Co. Después de dos años, su hijo F. Edouard abrió su propio negocio en Ginebra y Gindrauz fue a Neuchâtel y dada su brillantez, ocupó el importante puesto de Director de la Escuela de Relojería, con todo lo que ello conlleva estando en un sector altamente floreciente en aquel momento.

G.F. Roskopf era un gran empresario y soñaba con realizar un modelo de reloj de muy buena calidad pero a un precio asequible, que pronto fuera muy popular entre la clase trabajadora. En el año 1860 ideó con gran astucia y estrategia un reloj de calidad y diseño que podía venderse por 20 francos.

Roskopf patentó sus relojes en distintos países, tales como Bélgica y Francia, pero no en Suiza, pues por aquellos años este país todavía no disponía de un sistema de patentes.

Fue el año 1868 el de su reconocimiento internacional a tanto trabajo. Tuvo la oportunidad de presentar su reloj en la Exposición Universal de París y ganó la codiciada Medalla de Bronce. En 1869, lo exhibió en la Exposición de Amsterdam y ganó la ansiada Medalla de Plata.

En 1873, Roskopf llegó a un acuerdo con Wille Freres y sus asociados, CH. Leon Schmid. A su muerte, un gran número de marcas relojeras de todo el mundo declararon ser sus sucesoras legales, pero únicamente Wille Freres tenía los derechos sobre la firma Roskopf.

Los mecanismos Roskopf se hicieron por su rentabilidad y precisión muy populares en todo el mundo. Cientos de marcas y compañías, así como numerosas manufacturas empezaron a utilizar sus modelos, marcando un antes y un después en la historia de la relojería internacional.

“Creado en 1798 por el maestro relojero L. Perron de Besançon. Las paletas de rubí son sustituídas  por paletas de acero templado. Este escape fue utilizado con posterioridad por Roskopf, en el año 1867 cuando creó un reloj simplificado de precio módico”. (Dictionnaire Professionnel Illustré de l’Horlogerie. G.A. Berner)

 

“Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

 En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

 Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

 Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

 Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

 Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

 De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

“Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).