Reloj muy inusual, con movimiento TOURBILLON, MOBILIS. Dotado de cuatro patentes.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 134 JDBC.

 

 

Siglo XX, 11 de junio de 1904.

(La patente del invento es de 1901).

Muy inusual reloj de bolsillo en níquel y cromo; lepine con sistema Tourbillon a la vista. Firma MOBILIS, Patente BTE SGDG 30.754, con fecha 11 de junio de 1904. Fue patentado por Paul Loichet of Charquemont, France. Sin embargo, el movimiento Tourbillon fue realizado por Courvoisier Freres de La Chaux de Fonds, Suiza desde 1905 hasta 1910.

En total, este reloj MOBILIS dispone de las siguientes patentes profusamente grabadas en la pletina:

Con respecto al término TORBELLINO (del francés tourbillon), según explica el maestro Luís Montañés en su Diccionario de Relojes, los relojeros más exigentes de la segunda mitad del siglo XVIII deploraban el hecho de que los relojes de bolsillo, incluso muy perfeccionados, tuviesen marchas diferentes según se les pusiera en plano o en posición vertical. Era preciso hallar un sistema para obtener mayor regularidad, con independencia de la posición que tuviese el reloj.

A.L. Breguet, relojero ya reputado por su profunda comprensión de la mecánica y su sentido intuitivo, inventó el dispositivo increíble que iba a anular estas diferencias de marcha: el tourbillon. El primero, que él imaginó en 1795 y que perdura hoy día, era de una maravillosa ingenuidad. En lugar de ser montados de manera fija en un movimiento, los órganos del escape (rueda, áncora y volante) son reunidos en una jaula móvil. Esta jaula, muy ligera, es arrastrada sobre sí misma por un rodaje motor y hace alrededor de una vuelta por minuto. Montado en esa jaula, el escape está en cierto modo satelizado en torno al volante y cambia continuamente de posición, eliminándose así las diferencias de marcha del volante.

El progreso realizado fue inmenso. Considerando que en la época los relojeros que llegaban a mejorar la precisión de los relojes de bolsillo eran los que alcanzaban más fama. Breguet sobrepasó naturalmente con ello a todos sus colegas. Breguet realizó 35 relojes tourbillon, producción importante para aquella época, teniendo en cuenta que eran algo frágiles y este factor hacía que la producción fuera limitada y poco demandada al romperse, a pesar de su precisión, con un pequeño golpe.

CARRUSEL (fr. Carrousel) es el nombre convencional aplicado al conjunto del escape (volante, áncora y rueda de escape).

Fue el danés Bonniksen el que tuvo la idea, en 1894, de adecuar el precio de un reloj torbellino (tourbillon) y el trabajo necesario para lograr series más largas. Como él no disponía de manufactura, ofreció la patente a los fabricantes ingleses.

El Director de este museo, Dr. José Daniel Barquero, publicó en un libro toda la colección de relojes de bolsillo del gran maestro B. Bonniksen en un tratado de 500 páginas. Durante años, el Dr. Barquero incluso registró la marca y produjo algún reloj.

En su construcción, el carrusel estaba separado de los rodajes, y giraba sobre un pivote particular, sobre la rueda de segundos, encima de una pequeña placa o tableta.

Hacia 1900, la firma A. Lange & Söhne fue la primera en mejorar el sistema carrusel. Daba a éste una rotación en 52,5 minutos, reforzó el pivote inferior de la plataforma o platina del sistema escape y montó un volante de gran diámetro, casi en el centro. La rueda de escape y el áncora eran de oro. El cubo, grande y con un largo muelle, aseguraban un arrastre uniforme. En 1901 obtuvo la patente DRGM nº 121267 y la fabricación fue abundante. En este tipo de tourbillons más razonables de precio, cabe citar la producción de Von LIZAGHI, de AUBURNDALE-ROTARY, con el torbellino del lado de la esfera, y la de INGERSOLL.

El suizo MOBILIS tenía el carrusel bajo las VI (Pat. 30.754) y centrado en la parte posterior, según la Pat. 34.954.

En cuanto al torbellino WATERBURY, americano, construido en grandes series y que se vendió originariamente a 4,50 dólares, se sitúan a un nivel muy inferior. Se estima que su venta fue de más de 1,5 millones de unidades.

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica.

 

NOTA DE INTERÉS