Reloj militar de bolsillo Lepine en níquel y cromo para caballero de la marca JAEGER – LECOULTRE

Catalogación Referencia: MIARB Nº 1055 JDBC.

Siglo XX, circa 1910.

Reloj de bolsillo militar en níquel y cromo de estilo Lepine perteneciente a la reputada marca relojera suiza Jaeger-LeCoultre.

Esfera en metal con numeración arábiga en esmalte negro con segundero a las VI. Debajo de la indicación horaria de las 12:00h, aparase la marca en esmalte negro. Las agujas son de esqueleto con radio luminiscente (hoy prohibido por sus efectos nocivos para la salud).

La caja es lisa de níquel y cromo, y en su tapa posterior se ha grabado el nº militar GSTP ↑ F004042, siendo GSTP las siglas de General Service Trade Pattern, Reino Unido.

Los relojes de bolsillo encargados por el gobierno británico para la edición militar, durante los años 30 y 40, fueron grabados a menudo con las iniciales G.S./T.P. (Servicio General / modelo comercial).

Mientras muchos fabricantes suizos fabricaban estos relojes, el patrón seguía siendo el mismo: un dial negro o de color crema con números árabes en cada hora, algunos rellenados con material luminiscente. Había un dial secundario, para el segundero, y la firma del fabricante, Jaeger – LeCoultre, Helvetia, Buren o Leonidas, entre muchos otros, impresa en la esfera, si bien las siglas se solían grabar en la tapa posterior.

En cuanto a la marca, JAEGER – LECOULTRE, es un fabricante suizo de relojes de lujo con sede en Le Sentier, Suiza, que data de la primera mitad del siglo XIX. Fundada por Antoine LeCoultre en 1833, la marca tiene cientos de invenciones y más de mil calibres o movimientos a su nombre, incluyendo el calibre más pequeño del mundo, uno de los relojes de pulsera más complicados del mundo y un reloj de movimiento casi perpetuo.

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)

Hoy en día la relojería Suiza es sinónimo de calidad, pero curiosamente el prestigio es reciente ya que Suiza se incorporó tarde a la carrera por la producción relojera. No obstante, a lo largo de su historia han destacado muy importantes e insignes relojeros, como es el caso de Jost Burgui en el siglo XVII.

En sus orígenes, la relojería suiza se instala en el cantón de Neuchatel, ya que está próximo a Ginebra, punto de encuentro de todos los relojeros y orfebres que marchan de Francia al ser hugonotes y fueron expulsados”.

(texto extraído del “Diccionario Enciclopédico Profesional de Alta Relojería”, del Prof. Dr. José Daniel Barquero Cabrero; Furtwagen Editores).