Reloj joya Saboneta de gran interés histórico, perteneciente al Maharajá Ranbir Singh (1820–1855), Primer Maharajá de Jammu y Cachemira. Pieza única realizada expresamente por el maestro relojero suizo J.W.ROSENTHAL para la Casa Real. El reloj dispone de sonería y su caja está realizada en plata y oro.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 136 JDBC

 

 

 

Siglo XIX, circa 1870.

Reloj producido expresamente por el maestro relojero J.W. Rosenthal en Suiza para el Maharajá Ranbir Singh (1820 – 1855), quien fue el primer Maharajá de Jammu y Cachemira.

Este reloj joya es de un gran contenido histórico, pues fue producido por un gran maestro relojero a quien distintos Maharajás de la India le hicieron importantes encargos y producciones relojeras.

En este caso se trata de un reloj con caja en plata de ley y pulsador, accionador de sonería y corona ranurada en oro de 18kt. La caja, dotada de número de producción 74032 es en plata de ley con motivos vegetales y florales repujados. La corona redonda ranurada, al igual que el pulsador de cambio horario, apertura y accionador a media luna son los cuatro de oro de 18k, produciendo un gran efecto.

La esfera es en esmalte blanco sobre cobre convexo, con numeración romana en esmalte negro y segundero a las VI. Las cuatro agujas son extremadamente finas, en color azul cobalto. Destaca la aguja de pelo central del crono.

Las fotografías del Maharajá en blanco y negro, perfectamente encastadas en el reloj, son de gran valor histórico, pues datan de 1875 y tienen un gran valor documental, pues permiten ver aspectos muy curiosos de la época. Fueron realizadas en papel a la albumina, lo que permitía poner las fotografías en los más variados materiales. Sin embargo, este proceso era más complicado en los relojes, pues se tenía que poner encima de la foto una base especial y un esmalte protector traslúcido que diera brillo y más realce a la foto.

Dada la importancia del reloj, detallaremos la historia de su propietario, el Maharajá Ranbir Singh, el funcionamiento de la sonería en los relojes de bolsillo y la importancia del cronógrafo:

El Maharajá Ranbir Singh nació en el mes de agosto de 1830 en Ramgarh. Su padre, el Maharajá Gulab Singh, le otorgó el Raj Gaddi del Estado de Jammu y Cachemira. También le nombró fiduciario único del patrimonio de Dharmarth.

El Maharajá Ranbir Singh fue un gran mecenas de la educación y la cultura. Contribuyó económicamente a fundar la Universidad Punjab y fue su primer miembro. Estableció la primera Oficina de Investigación y Traducción del Estado de Jammu y Cachemira. Fundó varias escuelas hindús tradicionales (denominadas “pathshallas”) y también escuelas modernas, otorgando becas a numerosos estudiantes. Coleccionó un gran número de manuscritos escritos en sánscrito, persa y textos budistas. Introdujo el Dogri como idioma oficial de su Estado.

El Maharajá Ranbir Singh construyó diversos templos en la ciudad de Jammu dedicados a la oración y a la formación religiosa. El templo Shri Raghunath Ji fue de un gran interés para él.

 

 

 

Siendo un gran reformista social, el Maharajá Ranbir Singh introdujo reformas en la administración, el sistema judicial y la legislación fiscal. Fue él quien compiló el Código Penal Ranbir, todavía vigente hoy en día con algunas modificaciones. También creó un fondo de ayuda para viudas y niñas y mujeres indigentes.

El Maharajá Ranbir Singh administró el patrimonio de Dharmarth, tal como ordenó su padre y aumentó los fondos de ese patrimonio con diversas contribuciones. Finalmente, promulgó el “Ain-I-Dharmarth” para una gestión del patrimonio religiosa y sacra.

La sonería es el mecanismo que hace posible el toque automático o accionado a mano de las horas, horas y medias u horas y cuartos, con tren propio, que en el caso de cuartos es independiente, vinculado al de la marcha.

Se puede presentar de dos formas: al paso, que es el más corriente (sonería automática y continuada) y a petición (solamente en el momento en que se desea), y va desde el más sencillo sistema: dar un solo toque cada hora, hasta el de “gran sonería”, que da las horas completas al serlo, y también en los cuartos y medias; es decir, 12 + 12 x 3 = 48 veces cada 12 horas, ósea 96 veces al día. Hay varias sonerías típicas: en los relojes holandeses, consiste en que al dar la media da también la hora precedente. Otra variante peculiar es la vienera, y desde luego no podemos dejar de citar aquí la tan conocida del carrillón, que toma su nombre de los juegos monumentales de campanas que se tocan a través de un teclado, en las catedrales, principalmente de Bélgica y Holanda.

La sonería vienesa, vigente a fines del sg. XVIII y comienzos del XIX consistía en repetir la hora automáticamente. Después de cada cuarto, la hora precedente es recordada sobre un timbre distinto. Se designó también como “repetición”.

La sonería a petición (fr., à la demande) o de tiraje, se instaló en relojes de carroza (sg. XVII) y en relojería inglesa (bracket) durante la primera mitad del sg. XVIII, sobretodo para que pudiera conocerse la hora durante la noche. Hay relojes que tienen conjuntamente los dos sistemas.

El reloj despone de cronógrafo, el cual también suele llamarse contador. Así pues, hay dos clases de cronógrafos: los que son solamente cuentatiempos, y que por tanto no siguen la hora, y los que siendo relojes tienen incorporado también ese mecanismo. Ambas clases se generalizaron a partir de la aparición del remontuar.

Se caracterizan unos y otros por tener una aguja central, llamada por algunos “pelo”, que da la vuelta circular en un minuto, a deseo del usuario, aislando un tiempo y llevando cuenta de él, al paso de los 1/5 de segundo, en cualquiera de los cuales puede ser parada esa aguja, cuando la observación que se desea hacer haya concluido. Es decir, arranque, parada y vuelta a cero, por presiones sucesivas sobre el pulsador, lo que significa una sola lectura, por operación.

En la misma zona donde están los 1/5 de segundo, puede haber otras dos escalas: la del telémetro y la del taquímetro. También la del pulsómetro y alguna más especial.

La siguiente mejora en los cronógrafos fue la incorporación de la aguja recuperadora (ratrapante, en francés, y también dédoublante, o desdoblante), que haciendo la salida y el mismo recorrido que su gemela, es la que se para, a fin de efectuar la lectura, y tiene la posibilidad de volver a situarse en el mismo sitio que la otra, para mantener el cómputo iniciado, y volver a repetir las paradas con idéntica finalidad, permitiendo lecturas sucesivas.

En todos los casos de cronógrafo con recuperadora, y en muchos de los demás hay una esfera pequeña “cuentaminutos”, donde se van totalizando éstos, si la observación lo requiere, con capacidad para 30 en una primera vuelta; pero continuando la cuenta por exceso.

Los primeros relojes con segundero central independiente, para su uso como contadores – todavía de cuerda a llave – tuvieron dos cubos, siendo independientemente su marcha de la del movimiento.

Los primeros usuarios debieron ser los médicos, para la toma del pulso. La aparición de una clientela tan propicia hizo que los fabricantes se esmeraran en perfeccionar y enriquecer el objeto. Con la aplicación del remontuar, los “relojes de médico” tenían no solo el cronógrafo incorporado, sino la repetición, de cuartos o minutos, y cajas sabonetas de oro.

El primer cronógrafo cuya aguja de segundos volvió a su punto de partida apareció en 1862, basado en una invención del suizo H.F. Piguet. Hasta entonces, las observaciones habían de efectuarse a partir del paso de la aguja por las 12/60, ya que la marcha del segundero central era constante.

Elemento técnico de escape situado en la maquinaria. Dicha pieza, como su nombre indica, recuerda a un áncora y lo que la caracteriza es que recibe la fuerza para el impulso sobre sus dos extremos y la transmite al volante por su tenedor, que a continuación transmite a una pieza solidaria con el eje del volante durante unos instantes, mientras que la velocidad del volante es máxima dejándole libre durante su oscilación, de ahí su nombre de escape libre.

 

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria).