Reloj Joya original del maestro relojero de CH. H. GROSCLAUDE ET FILS, de estilo saboneta con las iniciales grabadas y esmaltadas, y caja en oro amarillo de 18k. Fue encargado por el linaje de los De Aguilera directamente a la manufactura relojera suiza.

 

 

INFORME DE AUTENTICIDAD EMITIDO POR EL MUSEO PARA EL DR. MIGUEL DE AGUILERA, Catedrático de la UMA.

 

Siglo XIX, circa 1883.

Suiza (para el mercado español, en concreto para el linaje de los De Aguilera).

Reloj Joya saboneta (de doble tapa) para dama manufacturado por maestro relojero de Suiza, de la CH. H. GROSCLAUDE ET FILS, en oro amarillo de 18k, liso y pulido. Propiedad del Catedrático de la Universidad de Málaga, Dr. Miguel De Aguilera.

Acerca de CH. H. GROSCLAUDE ET FILS, se sabe que este maestro relojero y manufactura aparecen inscritos en varios tratados internacionales de relojería, dentro de los relojeros considerados de más realce y prestigio de finales del siglo XIX. Destacan las referencias sobre ellos en libros como “Swiss Timepiece Makers 1775-1975” (Vol. I) de Pritchard, Kathleen H.; “Watchmakers and Clockmakers of the World” de Loomes, Brian y “La Enciclopedia Ilustrada del Reloj de Bolsillo” de Barquero, José Daniel, entre otros.

Fotografía de la Sra. De Aguilera, antepasado del actual propietario, luciendo el reloj objeto de esta catalogación.

En relojería, el hecho poco frecuente de conocer el origen de un reloj es un valor añadido. En este caso, no sólo se conoce, sino que además se dispone de fotografía acreditativa, en la que se observa el reloj objeto de esta catalogación, lo que proporciona más realce histórico y documental a la pieza.

Reloj en cuya tapa anterior se han grabado y esmaltado profusamente las iniciales del linaje de los Aguilera: La “A” de Aguilera está rematada en su centro con una barra en la que en sus dos extremos aparece un trabajo orfebre representando la flor de lis. Palabra de origen francés, que significa lirio o iris. Antiguamente era utilizada en los blasones y escudos de la realeza francesa, asociada en particular al rey Luis VII en el siglo XII, que lo utilizó por primera vez en un sello.

La flor de lis es un símbolo de poder, soberanía, honor y lealtad, y también de pureza de cuerpo y alma. Es un símbolo que se utiliza en el movimiento scout, en la masonería, en la alquimia y en algunas religiones. En heráldica (ciencia de los blasones) representa una de las cuatro figuras más populares, juntamente con el águila, el león y la cruz.

La anilla de suspensión de este reloj está a las III, la corona es redonda y ranurada para proceder al sistema de cuerda y el pulsador lateral, para el cambio horario situado en la carrura a las II, está rematado plano.

Para el cambio horario, se aprieta el pulsador y al girar la corona, giran las agujas. Cuando se deja de pulsar, se puede ya dar cuerda por la corona.

La esfera es en plata y oro, ambas de ley. En relojería, es conocida como esfera catalana. Está profusamente trabajada, siendo una verdadera obra de arte orfebre de repujado, en la que se han esmaltado las indicaciones horarias con numeración romana en color negro sobre plata.

Los motivos florales, realizados en relieve y encastados en el perímetro, son en oro de 18k. Así mismo, también son en oro de 18k los motivos vegetales y florales que rodean el cañón horario, añadidos por el orfebre, creando un relieve que da más suntuosidad al reloj.

Las agujas son pica de látigo en latón color azul cobalto.

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

«Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica».

(Texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)