Reloj de bolsillo misterioso, ARMAND SCHWOB & BROTHERS. Esta pieza tan inusual es igual, y de la misma marca y modelo, a la que exhibe el Museo Internacional de Relojería de La Chaux-de-Fonds, en Suiza.

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 143 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1878.

Reloj igual que el expuesto en el “Musée International d’Horlogerie de La Chaux-de-Fonds”, Suiza. Incluso aparece fotografiado y catalogado en su colección de piezas selectas.

Es obra de los maestros relojeros ARMAND SCHWOB & BROTHERS, ubicados en Suiza, La Chaux-de-Fonds. Este reloj de bolsillo se bautizó como “Misterioso” porque se desconocía cómo podían girar las manecillas del reloj, al ser transparente y no acceder ningún mecanismo al cañón de minutos, que permitiera girar las manecillas, al igual que daba la sensación de no disponer de maquinaria.

La respuesta está en el centro del reloj, donde se sitúa la esfera, pues está provisto de dos discos transparentes, cristal sobre cristal; uno está fijo. Los indicadores horarios y el horario y el minutero son móviles y giran las manecillas. Su maquinaria está oculta bajo una forma de media luna en la parte superior. Se trata de un reloj patentado con el Nº 2072.

Dispone de numeración romana para las horas y arábiga para los minutos, en esmalte color oro sobre cristal dentado. Las agujas son pica de látigo en latón dorado. El sistema de cuerda es a remontuar por la corona rematada en plano, redonda y ranurada.

Según mi maestro y amigo, Luís Montañés, el reloj misterioso es un reloj en el que el mecanismo no es aparente o explicable. La idea original partió probablemente de Alemania o Francia, pero fue explotada especialmente en este último país durante el sg. XIX. Ya en el sg. XVIII, Grollière de Serviere produjo un curioso reloj de tortuga, horizontal, en el que una figura de este animal flotando en agua señalaba la hora en el bisel. Movida por un imán giraba hacia abajo como aguja de horas.

Robert Houdin hizo un modelo de bronce y cristal, doblemente misterioso, en el que la transmisión se efectuaba por la columna a la esfera, en la que la aguja, fija a un cristal del tamaño de ésta, marcaba las horas por el giro efectuado mediante el dentado de su borde. En otro modelo, esto se verificaba por medio de una cadena interior al soporte de columnas enlazadas por un arco.

Un ingenioso anónimo realizó otro en el que una pequeña máquina de reloj de bolsillo, unida a la aguja minutera, en lugar de mover a ésta, movía un pequeño contrapeso de platino, obligándole a describir la periferia de la caja en una hora. Mientras recorría su camino, variaba el centro de gravedad del sistema, y la aguja minutera giraba un ángulo igual y, por tanto, un círculo, en una hora. Un rodaje de minutería obligaba al avance de la rueda horaria.

El sistema de dos cristales fue adoptado por la Casa Cartier, de París, en sus relojes Art Decó de ricos materiales (piedras duras, cristal de roca e incluso rubíes y brillantes), de los años 20.

Otro tipo de reloj misterioso se produjo en Francia hacia 1872, con una figura de pie que suspende un péndulo, totalmente externo y alejado de la máquina, en el zócalo, que era de tipo París. El secreto estaba en que la imperceptible oscilación de aquél en su base conectaba con el escape y producía así las oscilaciones del péndulo.

En los lujosos modelos de Cartier, el movimiento, de escape de áncora, está en el zócalo, y la transmisión se hace lateralmente por tornillo sin fin. Las agujas están fijas sobre los discos giratorios, o bien, a través de una tija disimulada en un motivo situado en la parte posterior del decorado (cuando la esfera es rectangular, en jade labrado u otro material de este tipo).

En relojería de bolsillo, el modelo más corriente es el que presenta la esfera de cristal transparente en sus dos faces, por lo que la transparencia denota la aparente ausencia de movimiento. Las agujas son dos placas de cristal y giran de forma “invisible”, de suerte que su rotación se hace misteriosa. En realidad, los discos están dentados exteriormente y son arrastrados por el rodaje, que es muy pequeño y se encuentra alojado en la parte superior de la caja.

El disco transmite a su vez a una cuadratura, apenas perceptible, que se oculta tras una estrella dibujada al centro.

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica”.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)