Exquisito reloj joya lepine del maestro relojero LUNARDI, con un gran trabajo orfebre que ha cuajado de zafiros y diamantes la tapa y anilla de suspensión posterior del reloj. (Subastado uno igual en Sotheby’s)

 

Catalogación Referencia: MIARB Nº 363 JDBC.

 

 

Siglo XIX, circa 1880

Perteneciente al maestro relojero suizo LUNARDI, es un exquisito reloj joya de dama, con caja en oro de 18 k, cuajado de gran cantidad y calidad de piedras preciosas: diamantes y zafiros perfectamente engarzados en forma concéntrica en la tapa y la anilla de suspensión. Es un reloj inusual, lepine sin tapa y lleva el colgante, la anilla de suspensión y la corona a las XII.

Según nuestras investigaciones bibliográficas e historiográficas relojeras, es un reloj atribuido, sin ninguna duda, a LUNARDI, en el 54 de Quai des Orfevres, basándonos, entre otros, en el libro y descripciones del lote Nº 325 de Sotheby´s – Amsterdam, en cuanto a la descripción de su escape, caja, maquinaria, diseño, estilo y otros. Se subastó otro reloj de las mismas características y tamaño, así como autoría en Sotheby´s, en el año 2005.

La caja, realizada por un experto orfebre, gemólogo y joyero, dispone de tres tapas. La anterior provista de bisel en oro con cristal encastado y la posterior está provista de piedras preciosas montadas en la tapa de oro de 18k. La tapa posterior, bordeando toda la caja en forma de círculo, dispone de 24 zafiros de un azul intenso, perfectamente engarzados; a continuación, siguiendo el círculo hacia su interior, dispone de 16 diamantes que dan un gran realce y contraste. Continuando con el diseño, vemos 8 zafiros que rodean un diamante de mayor tamaño que culmina el diseño en el centro, dando un gran realce a la obra.

La anilla del colgante dispone de 3 zafiros perfectamente engarzados y la misma está repujada profusamente. Dispone de pulsador lateral que permite el cambio horario a las XI.

La placa de características es en oro liso de 18k.

La esfera está esmaltada en blanco sobre cobre convexo con numeración arábiga en esmalte negro y estilizadas agujas en latón negro, estilo Breguet Moon. Alrededor de la indicación horaria disponemos de los puntos indicadores de los minutos en esmalte color oro, y los de las horas en forma de rombo.

La máquina está realizada en latón dorado y el sistema de cuerda es a remontuar por la corona.

En el regulador aparece grabado “advance y retard”.

El escape de cilindro fue inventado por el maestro relojero Graham, en el año 1720. Supuso una mejora substancial con respecto al escape de rueda catalina, y en su última época el de cilindro es coetáneo con el de áncora.

El cilindro tiene forma de diminuto tubito de acero bruñido y provisto de una hendidura o muesca en la que penetran los dientes de la rueda, estando los dos extremos del cilindro cerrados por dos taponcitos de acero.

 

Suiza se incorporó relativamente tarde a la producción relojera, aunque con anterioridad tuvo eminentes artífices que hubieron de realizar su obra en la emigración, como es el caso de Jost Burgui, en el siglo XVII. Curiosamente la paulatina implantación de este arte en el país helvético se produce como si fuese causa de un desplazamiento de la actividad de un país a otro. Las manufacturas se fueron instalando originariamente en el cantón de Neuchatel, por su proximidad a la ciudad libre de Ginebra, que llegó a saturarse con motivo de la expulsión de los hugonotes de Francia.

En 1541, el reformador Jean Calvin (Calvino) que era entonces alcalde de la Villa, prohibió totalmente la confección de joyas religiosas y civiles. Poco después, el Reglamento de los Orfebres de la Villa, de 1556, fue redactado de tal forma que condenó de hecho a desaparecer a estos artesanos, de los que había abundantes y muy competentes en Ginebra.

Pero en la misma época, refugiados extranjeros, expulsados de su país por causa de la Reforma, llegaron de Francia, de Flandes y de Italia, y se refugiaron en Ginebra, la villa de Calvino. Como entre ellos hubo relojeros y las ideas nuevas se acompañan de oficios nuevos, fueron los iniciadores de los artesanos ginebrinos que encontraron en la confección del reloj un nuevo campo de trabajo adecuado para reemplazar su antiguo oficio.

Desde entonces, la relojería se destaca rápidamente de las otras artes ornamentales para llegar a ser una profesión nueva e independiente. A fines de siglo, Ginebra ha adquirido una reputación de excelencia en este campo. Al aumentar en número sin cesar, los relojeros deciden agruparse y reglamentar su profesión. En 1601 la “Maîtrise des horlogèrs de Genéve” será la primera corporación relojera del mundo.

Con la aparición de los primeros relojes de bolsillo con aguja de minutos, la relojería toma el primer lugar entre las industrias de la ciudad. Antes de finalizar el siglo XVII, la relojería ginebrina es tan floreciente que hace escribir a los historiadores de la Villa: “Ginebra está congestionada de relojeros”. De hecho, son más de 500, situación que obliga a algunos de ellos a emigrar a lugares menos saturados: Nyon, Neuchatel, Berna, Basilea y hasta Ispahan, Pekín, etc.

Después de su ocasional anexión a ese país, entre 1788 y 1814, Ginebra se incorpora definitivamente a la Confederación en 1815 y a partir de esa fecha todo es ya reloj suizo.

Nombres como los de Jeanrichard, Jaquet Droz, Ducommun, Perrelet, Courvoissier, Berthoud y Breguet – estos dos últimos triunfadores en París – llenan capítulos interesantísimos de la relojería suiza.

De todos es conocido el rápido desarrollo de la industria relojera suiza, a partir de la época industrial, y hasta nuestros días, que ha abarcado simultánea y sorprendentemente todos los géneros posibles, todas absolutamente las especialidades, desde la relojería de edificio hasta los más minúsculos cronógrafos de pulsera, y que ha producido y produce obras de altísima calidad y compleja mecánica.

(texto extraído del libro “Relojes” del maestro relojero Luís Montañés; colección Diccionarios Antiqvaria)